La Marca Editora

Gustavo Álvarez Núñez (comp.), Antología Poetas Rock, Buenos Aires, La Marca, 2003.

Este libro es un “álbum de poemas escrito por músicos de rock. Una colección de poesías que muestra a los rockeros made in Argentina en su veta de vates”. Al mismo tiempo, se incluyen letras de rock. Dos géneros distintos pero vinculados que confluyen en un libro bajo una fórmula propuesta en el título: una antología de “poetas rock”, como si en esa combinatoria se apostara a reconocer un tipo de textualidad particular. 
En el prólogo, Gustavo Alvarez Núñez reflexiona sobre la letra de rock como un género discursivo singular, con leyes propias en la construcción de los textos. La alianza de la letra con una masa de acordes convierte a esta clase de textos en materiales que hacen de esa articulación uno de sus rasgos específicos. A pesar de que en muchos casos extrañamos la música que los acompaña, la letra de rock puede ser también un material inigualable que permite “sintetizar en pocas líneas una situación, un estado de ánimo o un anhelo.”
Una cuestión fundamental que planea en la antología radica en saber cuál es el principio constructivo que rige la elaboración de los textos poéticos. Como afirmaba Stéphane Mallarmé, el poema ya tiene música, por lo tanto no se hace necesario añadir otra. Iuri Tinianov, el formalista ruso, pensaba que la especificidad del discurso poético residía no en la rima, sino en el ritmo. Los epígrafes incluidos en el prólogo, diversos y deliberadamente contradictorios entre sí, parecen dar cuenta de la conciencia del antólogo respecto de que el problema de la articulación de música y texto es una cuestión teórica ardua y que exige un desarrollo más extenso. Sin embargo, la sola presencia de los epígrafes promueve una cantidad de interrogantes que más que cerrar la cuestión, la dejan abierta a nuevos planteos: “Hay que cuidar el sonido, que el sentido se cuida solo” (Lewis Carroll); “[Sus letras] que algún profesor británico llama poesía (…), para mí, vistas en una página sin música, me parecen un poco anticuadas, incluso cercenadas” (Salman Rushdie); “la canción sólo colma en parte la necesidad poética” (Michel Houllebecq). 
A la hora de leer los textos seleccionados reconocemos un nivel dispar y en la base de muchos de ellos parece descansar un presupuesto ligado más a un lugar común que a un hecho cierto, aquel que propugna que los sentimientos más extremos son suficientes para escribir poesía. La tarea de la escritura se enfrenta al problema de la intensidad; la experiencia de lectura que suscita un poema es la de enfrentarnos con una suerte de vértigo que sus palabras han provocado. La práctica de la escritura lejos está de una fácil combinatoria de palabras diversas, y hasta exige lo que podemos llamar una destreza. Leemos los textos de esta antología y percibimos imágenes llamativas, versos lúcidos (“ningún alma necesita el castigo de la comprensión”, Spinetta; “ya aterrados desconocemos nuestros nombres”, Francisco Bochatón) y textos interesantes (los de Rosari Bléfari, Pablo Krantz, Roberto Jacoby, María Fernanda Aldana, Juan Pablo Fernández), pero en muchos otros hay una suerte de carencia, como si algo faltara cuando leemos el texto completo. Una ausencia tangible, obviamente, en el caso de las letras seleccionadas (las del Indio Solari, Daniel Melero, Dárgelos, entre otras) es la voz y la música que las acompaña. En el caso de los poemas seleccionados, lo que extrañamos en muchos de ellos es un trabajo más denso en la composición, como si acceder a ese nivel de densidad requiriera un costo mayor al que aquí se expone. Este libro puede leerse de dos maneras. Si lo leemos estrictamente como un libro de poemas, tal como se sugiere en el prólogo, sin disquisiciones en cuanto a sus condiciones de producción, percibimos un corpus irregular, desparejo. Si lo leemos solamente como un libro atravesado por la experiencia rocker, no dejamos de añorar la música que acompaña a las letras, o que opera como trasfondo de los textos. El volumen queda a medio camino, o acaso, la experiencia de lo trunco es lo que se quiere mostrar, como si este conjunto de textos explorara un territorio que hace de la indefinición y de la mixtura su especificidad.

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