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La Apropiación De Las Huellas / Postfotografía

Por Rafael Roa / Me encuentro con la obra de Jean François Bauret, un fotógrafo francés que Eduardo Momeñe invitó a un taller de verano en Santander en 1986. Mis recuerdos de aquel verano me llevan a las imágenes de colegas que ya no están, se fueron prematuramente, unos murieron y al más risueño lo asesinaron haciendo su trabajo. [...]

Me encuentro con la obra de Jean François Bauret, un fotógrafo francés que Eduardo Momeñe invitó a un taller de verano en Santander en 1986. Mis recuerdos de aquel verano me llevan a las imágenes de colegas que ya no están, se fueron prematuramente, unos murieron y al más risueño lo asesinaron haciendo su trabajo.
Los desnudos de Bauret me llevan a reflexionar en lo efímero del tiempo y en nuestra transformación. Nuestras huellas se van haciendo más débiles y las miradas se van perdiendo en el vacío. Son los restos que vamos dejando al lado del camino. En ocasiones las guardamos en cajas que acarreamos a lo largo de nuestra vida. Esa fotografías que hicimos forman parte de nosotros mismos, de lo que fuimos en un instante y de nuestra selección de la realidad en un determinado momento. Las mujeres de Bauret ya no existen, se transformaron o algunas incluso desaparecieron, y esas fotografías nos permiten un viaje al pasado, son instantes detenidos.

Hoy se defienden teorías sobre el apropiacionismo en la fotografía. Parece ser que lo moderno es que unos se dediquen a aprovecharse del trabajo de los otros.
Eso está en el famoso decálogo de la postfotografía, la apropiación y la modificación de las obras de arte por parte de un tercero. No eres moderno si no aceptas el robo del talento ajeno para modificarlo y plantar tu huella delictiva sobre el nuevo engendro.

Vivimos en una sociedad de corruptos al borde de un imprevisible estallido social o de la rendición más incondicional para aceptar la sumisión y la explotación. Las basuras del poder impregnan las áreas de la sociedad y éstas transmiten su ideología. La fotografía y las artes no quedan al margen de esta contaminación decadente, y el mercado controla la difusión de las ideas. No hay un cuestionamiento de las formas de actuación, todo vale y así lo propagamos a los cuatro vientos. Lo ético ya no existe ni se le invita, ni se le espera.
Mis deseos es que se transmitiese a las nuevas generaciones la ética del esfuerzo, del aprendizaje, de la experimentación personal y de una búsqueda de la propia identidad como fotógrafos. El resto no me interesa, los atajos y las cartas marcadas nunca han estado en mi forma de actuar.

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