La Marca Editora

Un escritor llamado Spinetta

Cuando un poeta muere hasta las palabras lloran. Y cuando un poeta que cantaba, un enorme poeta como Luis Alberto Spinetta muere, incluso el viento llora.

Por Fernando G. Toledo

 

Con el Flaco, quien murió el miércoles como consecuencia de cáncer de pulmón, ha muerto un escritor como pocos conoce la música popular, sobre todo en la Argentina. Un artista cuya estatura musical iba a la par de su calibre lírico, prueba de lo cual lo muestra el hecho de que puede hacerse con sus letras el curioso ejercicio de quitarles la música, para comprobar que así desnudas, como poemas nada más (nada menos), siguen teniendo el mismo y contundente efecto estético.
 

Sin embargo, que a un compositor se lo llame poeta se ha convertido, a veces, en una atribución facilista. Así, a cualquiera que avizora una metáfora, consigue por azar un oxímoron o utiliza algún vocablo más o menos escondido del ancho caudal castellano, a cualquiera, se lo llama poeta. Y, además, a otros cuya lírica se alza con dignidad pero con mucha más eficacia merced a la música que lo acompaña, a ese también se lo llama poeta.

Por eso resulta una verdadera invitación preguntarse qué hacía a Spinetta un poeta cabal, completo y brillante, equiparable acaso a otros grandes nombres de la lírica nacional. Y preguntarse, además, qué tenía su poesía y cuánto hizo ella por convertir a sus oyentes en poetas, que aún hoy están creando.

Dios de la adolescencia. La poeta, docente e investigadora Bettina Ballarini, profesora Adjunta Efectiva de Introducción a la Literatura en la Facultad de Filosofía y Letras (UNCuyo), considera que las letras del ex Almendra se entroncan con la más pura vertiente lírica. Seguidora del músico desde su niñez («reuní lo que costaba el LP Almendra, para escucharlo en el Winco de mis hermanos una y otra vez con la complicidad de mi madre, en los horarios en que ellos estaban en el secundario»). Ballarini asegura que «la metáfora de Spinetta está emparentada con el más delicado trabajo de la poesía lírica: trasladar la imagen a la música de las palabras, o viceversa». Ese ejercicio fundamental es, acaso entonces, lo que hace del Flaco un poeta con todas las letras, ya que «su poesía no resulta inadvertida a pesar de los contextos de percusión, bytes y tribus urbanas que nos musicalizan hoy», analiza la autora de Sin fundación mítica.

En su trabajo de tesis acerca de la relación entre la poética de Artaud y Spinetta (el músico usó el apellido del francés como nombre de uno de sus más célebres discos), la investigadora María Victoria Acebal Mallo resalta como distintivo en el Flaco la asimilación de la poesía culta, clásica, pero especialmente de vanguardia, como influencia para sus obras. «Es interesante destacar el trabajo de reescritura que realiza Spinetta con ciertas obras y ciertos autores. Esta característica es, tal vez, una de las cuales lo distinguen de otros compositores argentinos contemporáneos», escribe Acebal Mallo. Y destaca un gesto posmoderno: «Spinetta utiliza tanto obras literarias como pictóricas como método de inspiración. En este caso (se refiere a Cantata de los puentes amarillos), Spinetta toma las cartas de Vincent van Gogh a su hermano, las ‘digiere’ y la lanza como una nueva obra».

Ese ejercicio de alta poesía podría haber seguido los carriles propios que sigue cualquier libro de versos, destinado a un público cada vez menor, pero ciertamente acotado. Sin embargo, la música de Luis Alberto «vehiculizó» de manera fenomenal esa lírica refinada, a punto tal que podría decirse que la inyectó en un público que se vio compelido a asimilarla y quizá, a familiarizarse con la misma, cosa que tal vez de otro modo no habría sido posible.

La sombra del aliado. En una entrevista con el autor de esta nota, por ejemplo, el fallecido poeta porteño Matías Vernengo se confesaba como víctima feliz de esa «violación poética» que Spinetta ejercía con sus canciones. «Su música y sus palabras, sus canciones, han sido muy importantes para mí, y mostraban en una época oscura de la Argentina, que coincidió con mi adolescencia, que alguien podía crear y buscar el sentido y la belleza y transmitir el dolor y los interrogantes de la existencia a través de un arte posible y presente», contaba el autor de Cuaderno blanco.

Pero la influencia de las canciones de Spinetta (quien también publicó un libro de poemas: Guitarra negra) adquiere una inusitada relevancia, especialmente, en los poetas mendocinos contemporáneos. Ya el poeta Dionisio Salas Astorga apuntaba en el prólogo la antología de poesía mendocinaPromiscuos & Promisorios cuáles eran algunas de las señas de formación de algunos de los antologados y el nombre del Flaco surgía naturalmente: «Unos cuantos son hijos no reconocidos del rock argentino (20 años ha), sus poemas saludan a Spinetta desde noches de estricta soledad en compañía».

La marca spinettiana es tan evidente en muchos de los autores que a la investigadora de la UNCuyo Marta Castellino la ha llevado a destacarlo como nota saliente, en su libro Poesía argentina: dos miradas.

En su análisis sobre el rumbo lírico de muchos poetas mendocinos de los ’90, Castellino asevera: «Luis Alberto Spinetta (...) delineará el inicio de una búsqueda literaria para construir una identidad propia para el rock nacional, con un nuevo centro temático: la ruptura de la literalidad y unidireccionalidad de la imagen (como las vanguardias artísticas de principios de siglo y en especial del surrealismo)». Y es Spinetta, para Castellino, quien lleva a los escritores a bucear en otras aguas: «La predilección de nuestros poetas por la obra de Spinetta se explica a partir de lecturas comunes: Rimbaud, Artaud, Foucault».

El mendocino Mauricio Videla también ha destacado la influencia del rockero. Citado por Castellino, dice Videla que es claramente Spinetta el responsable de permitir en nuestros poetas «la creación de un misticismo escéptico generado en nuevos mundos, donde se desenvuelven y recrean ambientes oníricos que poco tienen que ver con las antiguas miradas románticas y con las estéticas simbolistas: la canonización de mundos internos en los que Spinetta encuentra las respuestas a su propia trascendencia».


Marcapiel. Escritores locales como Patricia Rodón, Teny Alós, Luis Ábrego y Rubén Valle son algunos de esos creadores para los que el autor de Kamikaze resulta fundamental. Valle asegura: «Mi primera aproximación a la poesía fue a través de las letras de la canciones del rock nacional, no por vía de los buenos o malos poetas. Y en ese abanico de letras, donde convivían sin problemas Charly García, León Gieco y Luis Alberto Spinetta, entre tantos, la poética del ex Almendra se recortaba con brillo propio, me conmovía más que el resto».

Pero Valle hace una salvedad: recibir una influencia tan crucial no significa convertirse en un epígono de Spinetta: «Su influencia operó más en la definición de una vocación que en reflejar un estilo ‘spinetteano’. Después del impacto inicial, no queda otra que encontrar la propia voz. Por eso es que a simple vista –o audición– no pareciera haber tantos clones de Spinetta, como sí ocurre por ejemplo con Andrés Calamaro. Es decir, muchos –me incluyo– pueden decir que se dedicaron a la música o a la literatura gracias a su influjo, aunque su poética o su música haya decantado en otra cosa».

Hecho este recorrido, al parecer, la respuesta a las preguntas iniciales parecen ya trazadas. Para la lírica argentina posterior a los ’70 y en especial, para la mendocina, la influencia de Spinetta es tan crucial como pueda serlo la de poetas como Borges, Girondo, Gelman, Pizarnik, Juarroz o Giannuzzi. Y si, como Pedro Aznar dijo una vez, «en sus canciones Charly García es un periodista y Spinetta es un poeta», queda claro que no sólo el rock nacional está de luto. También nuestra poesía. Y por eso llora la música, lloran las palabras, llora el silencio.

Publicado originalmente en Diario UNO de Mendoza.


Guitarra negra: el libro de un poeta musical
La belleza lírica de Luis Alberto Spinetta encontró su gran desarrollo en sus varios cientos de canciones, distribuidas en sus casi 40 discos.

Desde la tersa poesía de Muchacha ojos de papel o Plegaria para un niño dormido (grabadas cuando Spinetta tenía solo 18 años) hasta el refinamiento surrealista de Cristálida, Cantata de puentes amarillos y Encadenado al ánima o la tersura visceral de Barro tal vez o Lago de forma mía, Spinetta mostró siempre un nivel lírico altísimo.

Sin embargo, poeta al fin, el Flaco también se permitió ofrecer una muestra de su poesía pura, esto es, despojada de toda música.

Fue en su único libro de versos, titulado Guitarra negra y publicado en 1978. Todo un tesoro aún hoy, cuando ha sido objeto de algunas reediciones, este volumen tiene algunas muestras íntegras del nivel de Luis Alberto como escritor. Aquí, una muestra de su escritura:

I

Hay una locura intensa
que necesita un cuerpo y una fulguración
y se desarrolla lentamente
en el tiempo
o en la eternidad de un tiempo
Y hay otra locura
periódica,
de la sangre y el alma,
que es fugaz como el sol,
que no admite desarrollo ni duración alguna en el tiempo.

Que es un llanto,
instantáneo resoplar del cuerpo,
y que sana, distante,
en un elixir que difícilmente se prueba.

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