Sorpresa, admiración, desconcierto, rechazo, incluso risa. Los efectos que las exposiciones de arte contemporáneo tienen sobre el público son com-pletamente distintos a aquellos que las expresiones artísticas generaban hasta la modernidad.
¿De qué se trata en verdad este mundo en donde la disrupción es la regla y el escándalo un valor estético (y económico)? ¿Cómo interpretar las nuevas creaciones que se proponen una y otra vez discutir los criterios dominantes de valoración de las obras de arte?
Anne Cauquelin da respuesta a estas preguntas y nos permite comprender los orígenes históricos del arte de hoy a partir de la obra paradigmática de Marcel Duchamp y Andy Warhol, así como conocer el mercado y los medios mediante los cuales se construye el prestigio de un artista en el presente.
A continuación, un fragmento a modo de adelanto:
Con el arte moderno hemos visto crecer la distancia que separa al productor, al artista, de su comprador, el aficionado al arte. Como toda sociedad de consumo, la cantidad de intermediarios aumenta y se ve acompañada por la formación de una esfera de profesionales, verdaderos managers. De este modo, aparecen las figuras del gran comerciante, del gran coleccionista, aumenta la presencia de los medios y naturalmente la especulación sobre los productos, el rol de las cotizaciones y la variación de las evaluaciones en función de un mercado.
Ahora bien, al contrario de lo que podríamos pensar, las características del arte contemporáneo no se conectan entre sí en un movimiento continuo de crecimiento de estos fenómenos, ni a partir de una progresión lineal del régimen de consumo.
Siempre nos cuesta pensar en la ruptura, solemos relacionar los nuevos datos con lo que ya conocemos, pasando de lo menos conocido a lo más conocido para entender las modulaciones: procedimiento económico que evita tener que reestructurar por completo la realidad.
Sin embargo, en este caso, pareciera que no podemos escapar a la tarea de repensar la transformación del ámbito artístico ya que los rasgos del régimen de consumo, aunque estén amplificados, no explican al conjunto de fenómenos actuales.
Para dar cuenta de esto, primero tenemos que identificar los mecanismos inducidos por el régimen de la comunicación en la sociedad contemporánea y esbozar sus principales manifestaciones.
Primera constatación: pasamos del consumo a la comunicación. Constatación banal. Banalidad tan grande que pareciera ser que la constatación se basta a sí misma. Y, curiosamente, mientras que hay un gran bullicio en cuanto al análisis de los procesos de comunicación en todo lo que concierne a la organización social y a los distintos sistemas tecnológicos de transmisión de la información, mientras que los conceptos en vigor en las “tecnociencias” son analizados en detalle, el arte parece quedar a un lado de todo análisis real del cambio de perspectiva. Hecho aún más extraño, las prácticas artísticas absorbieron bien este cambio, pero no suscitan ningún comentario que las tome en cuenta para reformular los principios de su ejercicio.
De todos modos, el mundo del arte, como las demás actividades, fue sacudido por las “nuevas comunicaciones”, se enfrenta a sus efectos y parecería fácil tratar estos efectos como cambios superficiales. Analizar los principios de comunicación en vigor, seguir las consecuencias específicas es entonces la primera tarea que debemos abordar.
Estos efectos son de distinto tipo:
• algunos están vinculados con la idea de que la sociedad se autoconstituye –dicho de otro modo, están vinculados con la ideología dominante–. En esta ideología, algunos conceptos juegan el rol de contraseñas y tejen entre sí un léxico, o mismo una sintaxis, un lenguaje a través del cual nace una realidad, se nombra, se define. Conceptos clave que sirven para comprender lo que pasa y actuar dentro de este mundo;
• otros están vinculados con ámbitos específicos, que la comunicación transformó particularmente –es el caso del ámbito del arte–, mientras que otros ámbitos permanecieron en una estabilidad relativa, admitiendo algunas modificaciones al margen –el sistema de educación, por ejemplo–. Ahora bien, esta disparidad en los efectos obstaculiza una visión clara del cambio.
La ideología de la comunicación en la sociedad del mismo nombre
Los dispositivos de comunicación son cada vez más sofisticados y numerosos, son objeto de una competencia internacional y se integran como una necesidad social: se encargan de asegurar tanto el nivel tecnológico con el que se reconoce una sociedad desarrollada como la unidad de agrupamientos sociales en vías de disolución.
Así, la tecnología se hace cargo de dos principios esenciales: el del progreso y el de la identidad. Estos dispositivos, que supuestamente son accesibles para todos, implican también la idea de una igualdad ante la información que, distribuida en tiempo real, demuestra que hay una transparencia absoluta entre evento retransmitido y realidad actual. Afirmación tan apremiante que discutir su fundamento significaría quedar fuera de campo. Al contrario, la competencia comunicativa se reconoce como una de las primeras virtudes de un ciudadano responsable y es la carta más alta en la partida. Los coloquios, las obras y las instancias de enseñanza se multiplican.
Mientras que en paralelo se realizan actividades específicas: el sector que en las empresas antes se llamaba “relaciones públicas” ahora se denomina “departamento o área de comunicación”. No ahondaré en esto, pero sí examinaré más en detalle las nociones que respaldan este movimiento de comunicación generalizada.
En primer lugar, la noción de “red”: redes conectadas y metaredes.
Luego vienen: 2) la circularidad; 3) la redundancia o saturación de la red; 4) la nominación o prevalencia del contenedor sobre el contenido; 5) la construcción de una realidad en segundo grado o simulación.
Influenciadas por estos diferentes factores, aparecen las prácticas comunicacionales que parecen ser obvias, de manera que sus principios suelen ser ignorados por los que las usan.
1. Red
En términos de comunicación, la red es un sistema de vínculos con múltiples polos, a los que pueden estar conectadas una cantidad indefinida de entradas, un sistema en el que cada punto de la red general puede servir de partida para otras microredes. Es decir que el conjunto puede extenderse. En este conjunto, poco importa la manera en que se realiza la entrada. Los distintos canales tecnológicos están conectados entre sí: telefonía, medios audiovisuales o informáticos e inteligencia artificial. Entrar en una red significa tener acceso a todos los puntos del conjunto, la conexión actúa como la sinapsis en el sistema nervioso.
Consecuencia: una inestabilidad extrema, una estructuración permanente que remite más a la topología que al organigrama, ya sea piramidal, lineal, en árbol o en estrella. En esta topología, lo importante no es el centro ni el origen de la información que circula en ella, sino el movimiento que permite la conexión. Es decir que la noción de “sujeto” comunicante se borra en pos de una producción global de comunicaciones. Un ejemplo: las informaciones que recibimos de los distintos medios (prensa y televisión) no tienen “autores”. Provienen de redes interconectadas que se autoorganizan repercutiéndose unas a otras. El autor es la metared.
2. Circularidad
Una de las características de la red es que su extrema sensibilidad, debida a las conexiones que están constantemente reactivándose, produce un efecto de cierre; dicho de otro modo, no solo no podemos salir de la red una vez que estamos conectados (no hay una memoria de red), sino más bien, como no hay una orientación principal sino una infinidad de puntos y nudos, cada entrada es por sí misma su inicio y su fin. Cada parte de la red es virtualmente la red total. La circularidad, cuyo principio es la reversibilidad siempre posible, conduce entonces a lo que podríamos llamar una tautología. La red se repite indefinidamente a sí misma y los distintos canales de conexiones siempre retoman el mismo mensaje en sus distintas versiones técnicas y el mensaje es, en definitiva: “Hay una red, usted está efectivamente en la red”, como repiten sin cesar los adeptos de los celulares: “Ya estoy conectado”.
3. Redundancia y saturación
La redundancia de los distintos vectores mantiene a la red pero también la condena al desgaste por saturación. Al igual que una frase necesita cierto índice de redundancia para ser comprendida pero se vuelve inaudible si este índice es excedido, el sistema de red también se vuelve inutilizable luego de cierto índice de repeticiones. La falla del sistema
de red es no poder salir de sí mismo; en efecto, digiere las informaciones “nuevas”, los eventos, imponiéndoles una redistribución instantánea que anula a la diferencia. Al igual que el autor (de un mensaje) deja de ser la fuente de origen, el evento tampoco genera novedad. Todo el contenido está en el mismo plano, en la misma circularidad.
4. Nominación
Para paliar esta dificultad, podemos recurrir a las nominaciones. El nombre crea una diferencia, marca a un objeto en la red indiferenciada de las comunicaciones. Nombres
de código, ritos de paso. Una sociedad nominativa se instaura, en la que el nombre funciona como identidad, clase y designa una particularidad. Ya sea si concierne a un grupo o a una persona, la nominación es individualizante. Realiza una clasificación de las distintas entradas conectadas entre sí –aplica una jerarquía por niveles de complejidad–; de este modo se llevan a cabo una serie de ajustes y la cantidad de conexiones que pueden inducirse a partir de tal o cual entrada sirve como medida de complejidad.
La nominación permite, por un lado, la distinción entre las partes y el todo, y por el otro, abandonar la idea desagradable de no ser más que un punto irrelevante en una red cuya totalidad sería imposible de medir.
5. Construcción de la realidad
Si bien la comunicación aporta a la sociedad el enlace indispensable para su funcionamiento, lo que rige es el rol del lenguaje, su puesta en práctica. Gracias al lenguaje se estructuran no solo los grupos humanos, sino también la percepción de las realidades externas, la visión del mundo, su abordaje y su ordenamiento. De este modo, se borra poco a poco la presencia positivada de una realidad determinada por los sentidos, los sense data, en pos de una construcción de realidad de segundo grado, es decir, realidades en plural, cuya verdad o mentira ya no son marcas distintivas. Es decir que la red de relaciones tal como esbozamos sus principios determina, construye un mundo y nuestra manera de abordarlo directamente a partir del lenguaje de redes. A la aprehensión ordinaria del mundo a la cual seguimos aferrándonos y para la cual usamos nuestro lenguaje común, se superpone entonces –o la reemplaza– una construcción lingüística cuyos enunciados tienen valor de mandato y determinan así el campo de acciones posibles. Es decir que las intenciones de los sujetos, la intencionalidad –en el sentido de voluntades o deseos propios de un sujeto–, ceden paso a la mera intención de usar el lenguaje para comunicarnos: ya que la sintaxis y el léxico –en síntesis, las reglas del lenguaje– se ocupan del resto. Si el mundo que nos rodea tiene alguna realidad objetiva, es la que construye la lengua que usamos. No podemos escapar de este universo de lenguaje, lo cual significa, entre otros, que el desarrollo de los lenguajes artificiales y su uso cada vez más generalizado cambian nuestra visión de la realidad, construyen poco a poco otro mundo.
Desde Wittgenstein, las filosofías analíticas orientaron en esta dirección los trabajos de los lingüistas pero también, y sobre todo, los de los cognitivistas (los investigadores de la inteligencia artificial y los filósofos de las nuevas comunicaciones). El aprendizaje de los “juegos de lenguaje” es el aprendizaje de la realidad, por lo tanto, se establece un pragmatismo lingüístico.
Los conceptos que acaban de ser presentados brevemente constituyen nuevas herramientas de aprehensión de las realidades que nos rodean. Estas “tecnologías de la mente” están efectivamente vinculadas con la concepción y la construcción de un mundo de la comunicación y son indispensables para un análisis de los fenómenos contemporáneos. Conceptos clave que utilizaremos para percibir las transformaciones profundas del arte de hoy en día.
Estas transformaciones atañen al ámbito artístico en dos planos: en el registro de su puesta en circulación, es decir, del mercado (contenedor) y en el registro intraartístico (contenido).
--
Introduccion al arte contemporáneo
Sorpresa, admiración, desconcierto, rechazo, incluso risa. Los efectos que las exposiciones de arte contemporáneo tienen sobre el público son com-pletamente distintos a aquellos que las expresiones artísticas generaban hasta la modernidad.
Escrita por: Anne Cauquelin
Publicada por: la marca editora
Fecha de publicación: 02/01/2024
Edición: primera edicion
ISBN: 978-950-889-378-9
Disponible en: Libro de bolsillo