La Marca Editora

Clásico y remixado: Borges cumpliría 125 años y sigue joven

En un nuevo aniversario de su nacimiento, ¿por qué posee esta espeluznante vigencia? Reflexiones de Daniel Mecca, Verónica Abdala y Diego Di Vincenzo Por Luciano Sáliche

Son 125 años. Un siglo y cuarto. Si Borges estuviera vivo —¿cuántas historias podrían escribirse con esa premisa, qué clase de multiverso podríamos abrir así?—, hoy cumpliría 125 años. No suena extraño. Más allá de que la imagen del Borges longevo nos acompaña siempre, hay algo en su literatura que parece mantener una vitalidad que asusta y fascina, cierta pulsión juvenil, ganas de vivir para siempre, como quien se burla del ocaso.

“Como el Álbum Blanco de los Beatles, está sonando mañana”, escribe Daniel Mecca en su reciente libro Borges, la gran bestia pop de la literatura argentina (AZ Editora). Ya ni siquiera hoy, sino mañana: vanguardia, futurismo, predicción. Como si desde su busto reverenciado por el canon del mundo nos guiñara el ojo, Borges es una figura pesada y altiva, pero también escurridiza: su literatura siempre habilita una lectura más, un sentido más, una vuelta de tuerca más. De eso hablamos con Mecca, Diego Di Vincenzo y Verónica Abdala.

“Es un formato que no se había usado hasta ahora: una biografía comentada, es decir que incorpora el análisis de las obras de Borges, y entrama episodios centrales de su vida personal y amorosa con su producción literaria, en un formato de novela gráfica”, dice Abdala con su nuevo libro en las manos: Borges. Una vida ilustrada. Acaba de publicarlo La Marca Editora y cuenta más de cien ilustraciones de REP. “Quisimos ofrecer al lector un formato amigable que sirva como vía de entrada a la vida y la obra de quien para muchos fue el mayor y más influyente autor argentino del siglo XX y el de mayor proyección a nivel mundial, que además dejó una marca reconocible en por lo menos una generación de escritores argentinos y en la cultura popular. En China, hoy es el escritor más traducido del español, mientras que en nuestro país proliferan los festivales y acciones virtuales que reconocen y celebran su legado”, agrega la escritora y periodista.

“Incluso, hace muy pocos días, Chano, el cantante de Tan Biónica, recitó el ‘Poema de los dones’ frente a un público joven que ovacionó indirectamente a Borges. Es un ejemplo menor, acaso, pero representativo de que Borges sigue estando entre nosotros y es un fenómeno cultural y editorial”, celebra la autora porque “la dimensión de su obra y su aparente complejidad, inhibe a muchos potenciales lectores que no se atreven a sumergirse en su obra: Borges sigue siendo considerado por muchos un autor ‘difícil’ y eso los priva, probablemente, de conocer una obra monumental, celebrada en el mundo entero y a lo largo de las décadas. Con este libro salimos a conquistar nuevos lectores: los jóvenes, los que no se le animaron, los que en el fondo se sienten intrigados por las dimensiones de la obra de este autor pero erróneamente siguen pensando que no es para ellos, que no lo van a disfrutar o no les entretiene, cuando se trata de un prejuicio en realidad”.

Borges cuántico

“Borges es cuántico, es una probabilidad”, dice Daniel Mecca del otro lado del teléfono. Es poeta y periodista, y como gestor cultural creó el festival #BorgesPalooza, el #BorgesTour y el Centro de Atención al Lector. “Se va moviendo, va pendulando temáticamente entre autores, entre citas, entre temas, y de repente lo vas a buscar en Tlön, Uqbar, Orbis Tertius y te aparece en Hombre de la esquina rosada; lo vas a buscar en Hombre de la esquina rosada y te aparece en La lotería de Babilonia; lo vas a buscar en La lotería de Babilonia y te aparece en La busca de Averroes. Lo vas a buscar en La busca de Averroes y te aparece en La casa de Asterión; lo vas a buscar en La casa de Asterión y te aparece en La intrusa. De modo que esa oscilación permanente explica la profunda ambición que Borges tiene de la literatura: va por todo. Él encuentra una fórmula para ir por todo, que es el fragmento, porque lo universaliza, produce un efecto de universalización”.

Raros registros siempre nuevos

Además de poeta y de haber trabajado muchos años en el mundo editorial, Diego Di Vincenzo es docente y especialista en educación. Su interés por Borges en el ámbito educativo lo desarrolló, hace unos años, en un valioso texto titulado sobre Borges y los adolescentes. “Desde la crítica académica argentina—dice ahora—, los dos grandes momentos del canon serían Borges y Saer. Yo trato de correrme un poco de esa imposición. Me molestan mucho esos rankings de ‘este es el mejor’ y ‘este es el peor’. Yo elijo algún Borges de todos los Borges posibles con el que pueda provocar un poco a los chicos. El año pasado fue el aniversario de Fervor de Buenos Aires y trabajamos la cuestión de la luz, la percepción y lo espacial en ese poemario. Esos textos que tiene un claro valor simbolista. Es un Borges más bien callejero que anda dando vueltas por la ciudad como el flaneur de Baudelaire. Con esas conexiones intento salirme de las líneas canónicas más hegemónicas“.

“Todo aquello que se salga del registro perceptivo de las plataformas de streaming y de lo que consumen de modo compulsivo, te diría inmediato, les parece raro a los chicos”, dice Di Vincenzo y cuenta que esta semana trabajaron en clase con el cuento Emma Zunz: “Un chico llamado Mateo decía: ‘Es raro’. ¿Qué cosa? Ellos no pueden precisar, pero es seguro que Borges está en un registro absolutamente distinto al de ellos y les implica desafíos de comprensión, de construcción de mundo, de verosímil, de registro lingüístico. Y además, ese texto tiene a una muchacha de 19 años que trabaja como obrera. Es un texto pensado en el año 49. Ahí seguro a Borges se le cuela algo, aunque imprevistamente, de lo que es la mujer en el peronismo. Habla de una huelga y pergeña un plan por el cual amasijan a un tipo al que considera culpable del suicidio de su padre. Y para hacerlo toma el móvil del sexo. Me parece un planteo de mujer muy de avanzada”.

“Hay algo en las apariencias de las capas de voces —continúa— que Borges construye en algunos de sus cuentos más memorables. ¿A qué me refiero con esto? A que todo el tiempo se relativiza o se pone en tela de juicio la procedencia de lo que relata. Como si intentara restituir alguna verosimilitud y dar alguna credibilidad a lo que se dice. Sabemos de antemano que algo del orden de lo ficcional que se cruza con la crónica, por ejemplo, es un artilugio, es una estrategia que conecta con la historia del cuento, diríamos desde la Edad Media, pero también con el anecdotario y con los relatos de viaje de la literatura argentina del siglo XIX. Los chicos pescan ese escaparate, esa especie de artilugio y de ahí salen discusiones muy interesantes acerca de cómo los acontecimientos de la realidad se pueden ordenar en virtud de una lógica que no necesariamente es mimética o que no es real. Y eso ocurre mucho con la política y ocurre mucho en redes”.

Juventud y posteridad

Hay algo en Borges que parece no envejecer, que lo mantiene joven, como en un tiempo presente. ¿Qué creés que es? ¿Por qué sigue firme, aferrado en la cumbre de nuestra literatura? “Porque es un clásico, y los clásicos admiten una lectura y relectura inagotables”, dice Verónica Abdala. “Los clásicos lo son porque, precisamente, no prescriben, porque sus obras no envejecen. La obra de Borges no sólo no envejece sino que multiplica sus sentidos en el tiempo. Las nuevas generaciones -las que hoy lo leen por primera vez o participan de los festivales literarios presenciales y virtuales que están exclusivamente dedicados a su figura, así como los que construyen memes borgeanos en Instagram o replican sus poemas y citas en las redes- demuestran que Borges cumple con su destino de clásico y habilita nuevos sentidos para los jóvenes, que siguen disfrutando de sus textos y también pueden conocer su historia. Borges vuelve remixado, a 125 años de su nacimiento, que se cumplen hoy, y nuestro libro (Borges. Una vida ilustrada) es un modesto pero valioso aporte a este reconocimiento y a esta celebración del escritor argentino más universal”.

“Borges no envejece porque deliberadamente trabajó en su literatura para no envejecer. Y esto es porque Borges se puso deliberadamente de los dos lados del mostrador. Es decir, controlar no solo el procedimiento de lectura, sino controlar el procedimiento de cómo iba a ser leído. Basta poner como ejemplo que alguien que está revisando sus obras completas modifica textos que escribió cuando tenía 22 o 23 años. Alguien que está pensando en el olvido no hace ese ejercicio de corrección. Eso solamente lo puede hacer alguien que está pensando en la posteridad. Y a eso le sumamos otro procedimiento que tiene Borges, y es que deliberadamente decidió convertirse en un clásico. ¿Cómo hizo? En los años 60 publica sonetos donde rompía la atmósfera de la época y el lenguaje: se pone a escribir como Quevedo, como Góngora, como el Siglo de Oro español. Escribir sonetos en plena ebullición vanguardista, es un gesto de transgresión”.

“Ese gesto de transgresión permite que Borges esté escribiendo mañana. ¿Viste que él siempre decía ‘voy a ser olvidado’ o ‘el olvido es la meta’? Sí, olvidado en el siglo XX, pero recordado en todos los siglos. Ese es el movimiento y esa es la astucia de Borges. Creó un tipo de perfil para ser recordado en todos los siglos. Por eso escribe en soneto. Por eso trabaja desde Homero y Cervantes a Rulfo. Por eso trabaja sobre el idealismo de Berkeley y después se mete con con la tradición judeocristiana y con el Islam. Lo quiere todo. Y ese dispositivo de moverse entre tiempos es el que permite que se construye a sí mismo para que lo leamos entre tiempos. Escribir sobre alguien es finalmente, encubiertamente, escribir sobre uno mismo. Y a pesar de que hayan pasado 125 años del nacimiento y casi 40 de la muerte, que le podamos seguir extrayendo plusvalía denota precisamente la extraordinaria vigencia que tiene su literatura. Y eso es fantástico”, concluye Mecca.