La Marca Editora

Curadores para todo: de dónde surgió la idea de "curaduría"

Cómo la figura del curador se expandió desde el campo del arte hacia las estrategias empresariales y otros ámbitos. El libro Curacionismo analiza el fenómeno.

por DEMIAN OROSZ

El origen remoto del término está en la palabra latina “cura”. En la lengua de los césares romanos, los curatores  eran los funcionarios del imperio destinados a administrar obras públicas. 

También se usaba ese nombre para guardias y tutores. Más tarde, en el ámbito de la Iglesia medieval, pasó a designar a los párrocos, encargados del cuidado (cura) de las almas.

Algo de esa mezcla de burócrata y sacerdote podría subsistir -si se piensa con un poco de malicia- en el significado actual de la palabra curador y en el concepto de curaduría. Aunque se le suma un dato vital: la noción de experto.

Cuestión de gustos

En su sentido contemporáneo, abducido por el universo del arte y convertido en una de sus estrellas más brillantes, el curador es una figura que suma varias facetas de entrenamiento en la cadena de acciones que suelen concluir en una exposición, en una bienal o en una feria. Es un conocedor, una figura a la que se le atribuyen habilidades (con o sin credenciales) y se le otorga el poder de dictaminar en cuestiones de gusto.

La historia del concepto hasta llegar a nuestros días es parte de Curacionismo (La Marca editora), del canadiense David Balzer, libro que explora la emergencia y la consolidación de un rol que no ha dejado de ganar terreno y que tiene íconos como el suizo Hans Ulrich Obrist, lo más parecido a un rock star de la secta curatorial. 

El subtítulo del libro de Balzer reza: “Cómo la curaduría se apoderó del mundo del arte (y de todo lo demás)”.

El curador llegó a ser un personaje todopoderoso en el campo artístico. Desplazó al deseado y temido crítico (que hoy resulta una figura de la prehistoria), y en muchos casos eclipsa incluso la labor de los propios artistas. Es el gran creador de valor, un símbolo de distinción y diferenciación, solicitado no sólo en museos y galerías, sino también en el ámbito de las firmas comerciales como generador de marcas o certificador de calidad.

Balzer cree que vivimos una “época curatorial” marcada por el auge y la expansión de una práctica específica del mundo del arte hacia todos los aspectos de la vida. 

En esta suerte de nuevo estadio de la civilización, el curador es rey. “Instituciones y empresas confían en otros, a menudo acreditados como expertos, para cultivar y organizar cosas en una expresión y garantía de valor y en un intento de establecer filiaciones y cortejar a varias audiencias y consumidores”.

Nuevo fetiche

El rol migró del ecosistema artístico y se convirtió en el nuevo fetiche cultural. Hay curadores de ferias del libro, curadores gastronómicos, de vestimenta, de música y de otros modos de consumo. Hasta la ubicua Marie Kondo podría pensarse “como curadora de un estilo de vida”.

Todo el mundo teme ser igual, todos quieren distinguirse. Carolyn Christov-Bakargiev, directora artística de Documenta 13, ofrece esa explicación “sociológica” de la compulsión a estar en perpetua curación de nosotros mismos. Desde la creación de una playlist en Spotify hasta el cuidado de un perfil de Tinder. La paradoja es obvia: todos nos parecemos demasiado en nuestro afán de ser diferentes.

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