El cine italiano, de Gustavo Provitina, es una aventura crítica y estética en cuanto a su mirada y su modo de tejer relaciones sobre uno de los cines más singulares que dio el siglo XX.
El autor de El cine-ensayo y La nouvelle vague propone un corpus de films italianos que no se rige por la cronología lineal, ni por épocas o estilos, sino que agrupa las películas según sus afinidades formales narrativas, lo que Provitina llama la entonación dramática y divide en cinco categorías.
La nómina de directores —Federico Fellini, Pier Paolo Pasolini, Nanni Moretti, Michelangelo Antonioni, Giuseppe Tornatore, Ettore Scola, Paolo Sorrentino, Luchino Visconti, Roberto Rossellini, Marco Bellocchio— y de películas es apabullante. La dolce vita, Muerte en Venecia, Nos habíamos amado tanto y, más cerca en el tiempo, Caro Diario y La gran belleza son algunos de los films que pasan por el filtro agudo de Provitina.
Cada capítulo conecta películas específicas de dos o tres directores que se analizan en conjunto y por separado a partir de un eje en común. El libro se completa con cuatro “Retratos en carbonillas”, que recorren la vida y obra de Pasolini, Antonioni, Rossellini y Fellini.
Acompañado por material fotográfico, El cine italiano echa luz sobre la producción cultural de un país cuya identidad en pantalla comenzó a construirse después de la Segunda Guerra Mundial. También funciona como una guía de recomendaciones saludable para escaparle (un rato) al contenido de las plataformas y ver películas italianas que son obras de arte.
El propio autor destaca: “El neorrealismo italiano funda el cine moderno; inaugura un modo de producción que no parte, al decir de Cesare Zavattini, ‘de contenidos preestablecidos, sino de una actitud moral: el conocimiento de su tiempo con los medios específicos del cine’. Los directores neorrealistas no filman, pues, un argumento, sino una conciencia”.