Hay un delirio que recorre las obras de Daniel Santoro. Sus cuadernos de artistas y cuadros son testimonios de una imaginación desbordada. De una imaginación ideogramática: textos, símbolos y colores construyen un poema visual que nunca puede resumirse en un significado sencillo, unívoco. Todo lo recopilado en este Manual... remite a una lectura descentrada de la tradición. Ya sea porque algunas de sus composiciones (por ejemplo, "Ferrocarriles Argentinos, antes y ahora") dialogan con las láminas del colegio primario —espacio inferiorizado—, ya sea porque muchas otras de estas obras recurren a la simbología hermética, a la alquimia o a las tradiciones místicas, que son saberes y prácticas marginalizadas, puestas en los contornos de la Razón. Sus obras refieren a espacios sublimes, pero marginales en el sentido profundo del término. Por eso son tan ricas en sentidos.
Santoro es peronista, pero su lectura del peronismo no es canónica. Es una interpretación de artista. Mucho más rica que la que hacen los políticos y hasta los críticos que escriben los textos que acompañan el libro (e incluso el propio Santoro cuando se presenta como si fuera un gaucho perseguido). El peronismo que Santoro expone en sus obras es utópico, irónico, sensible, kitsch, tierno, malevo y hasta iconoclasta. Trabaja con todo el material peronista de la década 45-55 —que él llama la "Patria de la Felicidad"—, pero le da una vuelta de tuerca. Sus cuadros, objetos y dibujos no son meras ilustraciones del peronismo visto como utopía: no se sabe si están cantando la gloria de ese movimiento o burlándose de esa mitología. Y eso es posible porque hacen ambas cosas a la vez y un par más, como, por ejemplo, expresar temor ante la gloria.
Manual del niño peronista, reproduce algunas páginas de los cinco cuadernos que Santoro dedicó a este tema, y también los cuadros y objetos de sus muestras de los últimos años, que se centraron en la utopía peronista en general y en Eva Perón en particular. A pesar de que a los artistas y críticos que se identifican con el peronismo (de manera similar a los que adscriben a la izquierda) les gusta presentarse como ninguneados por el poder (cultural, político o económico) —y los que escriben en este libro confirman la regla—, el arte de Santoro no tiene problemas con el mercado: tiene la suerte de que le compren los cuadros antes de que termine de pintarlos (en la última ArteBA agotó todo lo que presentó). A partir de un artículo que le dedicara la revista de arte que dirige David Bowie (Modern Painters), Santoro es reconocido en el mundo anglosajón del arte. Muchas de sus obras forman parte de importantes colecciones, del país y del exterior. La Universidad de Yale quiere comprarle sus libros de artista. Esa repercusión externa se nota en la cuidada, bella edición deManual del niño peronista: el desgarro ante el imperialismo y la crítica de "la mirada cipaya" en el arte argentino se pueden leer en castellano y en inglés, ya que el texto es bilingüe. Es que todo se ha globalizado. Hasta el peronismo utópico.