La palabra arte remueve en el espíritu humano resonancias
ancestrales, que son un valor codiciado por la
humanidad. Es necesario plantear en este punto los objetivos
quizás pretenciosos de estas líneas. Dos preguntas
a tratar de responder, ¿Qué es la experiencia estética? y
¿Qué aportes haría a un futuro fotógrafo profesional?
La incógnita se sitúa en el marco de la filosofía del arte,
es decir la estética y el campo profesional de la fotografía
y a los diversos frutos del arte sobre el hombre. Pero a su
vez el problema pertenece también al dominio de la
pedagogía, la idea de la educación estética no trata sólo
de la formación del gusto por la belleza, sino una intrincada
concepción del hombre y su cosmogonía.
Es que el arte participa en diferentes planos de la vida, y
tiene consecuencias no sólo para la sensibilidad afectiva,
intelectual a quien se atreve a merodear con espíritu
abierto, e investigador, sino también en el plano de las
relaciones interpersonales. Ya no es el misma persona.
La idea del arte pierde en este punto su carácter lejano
e inasible para situarse más cerca de las pasiones del
hombre y sus conflictos.
Es Huyghe en su libro El arte y el Hombre quien dice:
“El arte y el hombre son indisociables. No hay arte sin
el hombre, pero tampoco hombre si el arte. A través de
este, el hombre se expresa más completamente y por
consiguiente, se comprende, y se realiza mejor. Gracias
al arte, el mundo se hace más inteligible, más accesible
y más familiar.”
Las relaciones entre arte y hombre fueron cambiando
según las diversas condiciones históricas, sociales y
culturales. El arte hasta el siglo XVIII, no era más que un
aderezo, un ornato en la vida de las clases privilegiadas,
el goce estético se limitaba a la representación de las
clases nobles, es sin duda que la fotografía quien democratiza
el goce estético y a sus representados, bien lo dice
André Malraux, en su concepto del Museo Imaginario,
cuando expresa: “La historia del arte, de cien años a esta
parte, tan pronto se escapa de los especialistas, es la historia
de los que se dejan fotografiar.”
El siglo 19 expande la idea de los medios creados por el
hombre y el arte. La pintura y la fotografía se unen y
pelean, pero es esta última la que va a permitir la gran
expansión de la pintura moderna, que reemplaza el
“reproducir”, por el “ hacer”, y a la fotografía le queda “el
arte de la realidad” como expresaría tambien Malraux.
Pero tanto la fotografía como la pintura se unieron en
algo, tratar de comprender el mundo.
Comprensión del mundo
El arte es un medio excepcional de agudizar la sensibilidad
y la percepción, de poder comprender la realidad
y la vida humana, es esta la materia prima de todo
profesional de la fotografía. El arte puede contribuir de
una manera excepcional a la formación de un espíritu
abierto. Según la teoría bergsoniana del arte, comprenderlo,
facilitaría observar la realidad interior del hombre
que vemos retratados todos los días en los medios de
comunicación modernos. El contacto de los fotógrafos
de los medios con los seres humanos que retratan, se
haría de una manera elevada, humana y no sanguinaria,
fría y distante, como lo es en la actualidad.
El fotógrafo profesional se ha deshumanizado, utiliza
las imágenes de sus congéneres, con la máxima frivolidad
posible, se ha tecnificado pensando que esa técnica
lo salva de imágenes siempre repetitivas, sin
búsquedas estéticas y filosóficas que lo sustenten. No
pareciera que goce, aprecie y perciba, condiciones del
camino estético y artístico.
La experiencia artística
Toda experiencia estética, es el resultado de la acción
entre un ser vivo y los aspectos del mundo que lo rodea.
No puede limitarse al saber académico sobre las llamadas
bellas artes.Es el producto de la acción sobre este
mundo.
La experiencia estética es una prueba de la obra del
hombre sobre el mundo, y de la realidad del mundo sobre
este hombre Si el arte es una experiencia, que une los
sentidos este estaría en condiciones de recrear al hombre.
El fotógrafo profesional que transita la experiencia
estética, tiene la posibilidad de mirar con ojos siempre
renovados la realidad, de recrearse, mutar, hablar mejor
y con más profundidad de los seres que fotografía. Un
diálogo entre miradas y pensares donde el fotógrafo trata
de investigar con su ideología y educación, su pensamiento,
puesto en el cuerpo del fotografiado, y este,
devenirse en un ser que se desplaza sobre su territorio
corporal, con sus alegrías, angustias y dudas.
Entre ambos hablaran al lector de la foto, de las dos
circunstancias, el pensamiento del fotógrafo en el acto
de fotografiar y la existencialidad del fotografiado. Es
decir, “lo que vemos, lo que nos mira”, parafraseando a
Huberman, cerrando así el ciclo.
Sin duda una experiencia artística formidable, enriquecedora
y pedagógica. Los dos tuvieron deseos del otro.
La experiencia fotográfica
Cuando abro la cartera / para enseñar el carné / para pagar
algo / o para consultar el horario de trenes / te miro.
El polen de la flor / es más viejo que las montañas /
Aravis es joven / para ser una montaña.
Los óvulos de la flor / seguirán desgranándose / cuando
Aravis, ya vieja, / no sea más que una colina.
La flor en el corazón / de la cartera, la fuerza / de lo que
vive en nosotros / sobrevive a la montaña.
Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos.
John Berger
La fotografía es un lenguaje que vive y se nutre de las
experiencias individuales de cada uno de los fotógrafos
y sus fotografiados. Cada vez que hacemos click, nos
asomamos a una experiencia cuya vitalidad es tan
extrema que ansiamos repetirla. Para Philippe Dubois
este acto funda la esencia misma de la fotografía.
¿Pero, qué pensamos antes del” click’?. La pregunta es
amplia y si duda de variadas respuestas ¿ Pensamos en
nosotros? ¿ Pensamos en el fotografiado? ¿ En el lector
de la foto?
¿Pensamos en nosotros tratando de obtener una fotografía
que trascienda la historia? ¿Pensamos en el otro
fotografiado, con su carácter, en su vida?. No es lo mismo
la vida de un encumbrado empresario, propietario de
una fábrica textil, y la de su empleado cortador de telas,
durante 18 horas diarias ¿ Pensamos en el lector admirando,
repudiando o no entendiendo al menos esa
fotografía?
¿Pero qué hacemos antes del ‘click’? ¿Nuestro cuerpo
comienza a hacer lo que nuestro pensamiento dicta? Si
fuera así el fotógrafo y el fotografiado se igualarían,
percibiríamos algo sobre nuestro territorio corporal,
mutaríamos, tratando de poner en nuestro cuerpo la
gestualidad del otro, construyendo así una nueva
visibilidad.
Esa toma de conciencia de nuestro cuerpo se va transformando
lentamente y en una milésima de segundo
en una experiencia de vida estética.
En el momento del click confluyen todos estos saberes
vitales, por única vez, en un solo momento y para siempre,
pero seguramente repetiremos el gesto del click
por miedo al fracaso, una y otra vez, o por miedo de no
poder seguir percibiendo el goce estético.
Guido Indij, titula su libro: ¡Clic! , el sonido de la muerte.
Mejor, pensar que nos cuesta mucho despedirnos.