La Marca Editora

Lengua karateca

La controvertida escritora francesa Catherine Millet está en Buenos Aires y se reunió con Las12 para desarmar algunos de sus argumentos y ponerlos en juego con los feminismos latinoamericanos. Enemiga del escrache y convencida de que algunas militancias son dogmáticas a falta de una ideología política que las sustente, Millet asegura que la lucha debería concentrarse en combatir la brecha salarial y no en seguir atacando una diferencia de género en las relaciones interpersonales que no es tan grave. Convencida de que la juventud le teme a la sexualidad por su imaginario violento y no porque el feminismo desnaturalizó ciertas prácticas, Millet asegura que hay que definir qué es el abuso sexual, quiénes son las verdaderas víctimas y pone algunos puntos a favor de la biología a la hora de definir las relaciones de género.

por Gabriela Borrelli

Catherine Millet no le teme a las palabras. Las usa para incomodar, y en esa incomodidad avivar la llama del debate y también, por qué no decirlo, del disenso. Y asiduamente sus palabras incómodas apuntan a la crítica del arte o a la política o al feminismo. Por ejemplo la palabra “purismo” o “puritanismo”, que usa para decepcionar a los “puristas” (como ella los denomina) del arte en su último libro El arte contemporáneo (La Marca Editora) que presenta por estos días en Buenos Aires. O la palabra puritanismo con la que despertó el enojo de las actrices del movimiento #MeToo e hizo pensar a nuestros feminismos latinoamericanos de cuerpos calientes. Catherine Millet no practica la simpatía para pensar y no duda en calificar de stalinistas a los escraches públicos a varones denunciados por acoso. Cree en la “libertad de importunar” y piensa que el deseo siempre carga un hálito de violencia. Está en Buenos Aires para dar una serie de conferencias. Es una de las más destacadas críticas de arte de Europa y se convirtió a partir de la publicación de su libro La sexualidad de Catherine M. en una de las escritoras más osadas de su país. Intervino activamente en los 70 en la lucha por el aborto en Francia, militó la libertad sexual de las mujeres de su generación y últimamente fue una de las impulsoras del manifiesto en contra del movimiento #MeToo en el que ve la punta de una reactivación conservadora dentro del feminismo. Convocada por la actual Secretaría de Cultura de la Nación para el ciclo Ideas, participará con una conferencia que tituló Moral, cuerpo y deseo. También será la encargada de la apertura del Festival de Literatura de Buenos Aires con un escrito que denominó ¿Existe la mujer?  Millet no le teme a las palabras, ni tampoco a la conversación que comienza con la lucha por el aborto en nuestro país. 

–Hace apenas dos meses el Senado nos ha negado a las mujeres argentinas la ley que establece la interrupción voluntaria del embarazo, ¿qué opinión le merece?

–Hay que continuar con el combate. Tomando algunos ejemplos de Europa, específicamente en Francia, fue muy difícil que la ley se aprobara, pero gracias a la movilización de las mujeres y también de algunos hombres, después de algunos años la ley fue sancionada. La realidad es que este evento donde la ley casi se sanciona pero no tuvo ese último pasito despertó mucho interés en la prensa internacional, de hecho tuvo páginas en muchos diarios de Francia por ejemplo Le Monde. Yo creo que hoy en día los políticos argentinos tienen que saber que están bajo la mirada del mundo occidental. ¿Usted conoce el manifiesto de las 343?

–Sí, “Las 343 zorras”, en francés salopes, un manifiesto encabezado por  Simone de Beauvoir, y publicado en el Nouvel Observateur en 1971 en el que 343 mujeres famosas del ámbito del arte y la literatura, autodenominadas las sinvergüenzas o las zorras, afirmaban haberse realizado un aborto.

–Hay que hacer lo mismo. En una de las conferencias que voy a dar en Buenos Aires voy a hablar de este episodio, de este manifiesto. Es un episodio muy importante en la historia de Francia porque mostró el pensamiento y la reflexión de mujeres famosas que se animaron a dar la cara y a decir “yo aborté”. 

–Acá hubo un movimiento de actrices y escritoras argentinas muy reconocidas que se mostraron a favor de la ley. Pero no alcanzó. 

–La reticencia acá también es más fuerte. 

–Usted fue una de las que encabezó el manifiesto contra el #MeToo que estableció algunas consideraciones sobre el feminismo norteamericano. ¿Piensa que está sucediendo lo mismo con los feminismos latinoamericanos, que sin ser homogéneos no se constituyen exactamente igual al norteamericano?

–Mi experiencia como co-autora de este manifiesto que causó tanto revuelo, es que inmediatamente después de su publicación, tanto yo como mis amigas que allí participaron recibieron muchísimos periodistas del mundo, literalmente, y mi experiencia fue que notamos una recepción muy diferente en los originarios del mundo anglosajón, norteamericano específicamente y la recepción  que tuvo el manifiesto en el  mundo hispanófono, sobre todo en países latinos y también incluyo a  Alemania. Yo pienso que el mundo hispano sufre menos que Francia la influencia del mundo anglosajón americano. Y hablé con muchas periodistas que no estaban de acuerdo con lo que se planteaba, que disentían, pero con las que pude dialogar mientras que con algunas periodistas francesas era imposible entablarlo. 

–¿Por qué se enojaron tanto? ¿Qué fibra del feminismo tocó que provocó esa reacción?

–Creo que hay diferentes factores. Uno puede ser el generacional. Porque las generaciones actuales carecen de ideología. En mi generación por ejemplo teníamos el marxismo, con todos los errores y los dogmatismos que representaba pero era una ideología de la cual agarrarnos, mientras que los jóvenes actuales pertenecen a una sociedad regida por el comercio, la industria, los medios y tienen necesidad de despertar viejas ideologías. Necesitan una ideología y eso por ejemplo las hace despertar una forma de feminismo como la que existe ahora, que es una forma dogmática. Y hoy en día no hay necesidad de ese feminismo. La vida cotidiana de las mujeres en Francia no es comparable con la vida cotidiana de otras mujeres que viven en otros lugares del mundo como por ejemplo aquí mismo en Argentina. En Francia tenemos el derecho a abortar hace mucho. Cuando yo empecé a analizar los argumentos del #MeToo que en Francia se llamó #balancetonporc (denuncia a tu cerdo) eran muy parecidos a los conceptos del estalinismo en el sentido del daño colectivo. Muchas de estas mujeres acusaban a los hombres en general, inclusive a hombres que quizás eran inocentes bajo la égida del daño colectivo, es lo mismo que sucedía en la época de Stalin, cuando muchos inocentes eran enviados a las cárceles. 

–¿Considera entonces usted que el feminismo no es una ideología en sí misma? ¿Siempre es tributaria de otra? ¿No es una ideología que denuncia el estado patriarcal? 

–La situación de hoy nos indica que no hay un feminismo sino que hay feminismos, así en plural. La situación de las mujeres difiere profundamente según la región, mismo dentro de Europa y América Latina a pesar de los vínculos culturales que nos unen, y por eso la vida cotidiana de las mujeres según cada región es diferente y por lo tanto los combates feministas van a ser diferentes. Y también dentro de un mismo país las situaciones difieren, las mujeres que se han mostrado más activas en Francia respecto al movimiento #MeToo son mujeres que pertenecen a los medios y al mundo del espectáculo sobre todo, un medio al que pertenezco. Mi punto de vista es que ese mundo ya no es tan patriarcal como supo serlo, al margen de las diferencias salariales que hay entre hombres y mujeres. Sigue habiendo un problema pero difiere por ejemplo de mujeres que viven en el sur de Francia donde el poder patriarcal sigue estando muy presente y la mujer no tiene independencia económica, tiene que trabajar en el establecimiento rural de su marido o de su padre o en la viña de algún poderoso.

–En relación a la denuncia de abusos, hace pocos días en el Colegio Universitario de Buenos Aires que depende de la Universidad ídem y cuenta con gran prestigio en el país, las egresadas en el acto de graduación leyeron un manifiesto denunciando abusos por parte de profesores y docentes y también denunciaron la desidia institucional. Lo marco porque no son denuncias de mujeres del espectáculo, sino de menores en un ámbito académico.

–Sí, en Francia también pasó en la universidad. Creo que lo importante es definir a qué llamamos abuso sexual ¿estamos hablando de una violación? ¿estamos hablando de una insistencia molesta de aquel que usa su prestigio para seducir a una chica, en el caso de un profesor? Hay muchas diferencias en lo que nosotras podemos llamar abuso y hay que precisar qué es un abuso sexual. Si es una violación hay que diferenciar qué es. Me resulta muy difícil emitir un juicio dado que no hay una investigación ni una causa abierta. 

–Una de las más resonantes frases de ese manifiesto contra el #MeToo, es la frase que creo que es suya, sobre la libertad de importunar. ¿En qué categoría entra importunar en relación a los abusos o a  los protocolos amorosos? ¿Importunar estaría bien?

–Importunar está mal pero no es tan grave. En francés importunar es sinónimo de molestar, joder, digamos, romper las pelotas y una no va a llamar a la policía porque alguno te está rompiendo las pelotas. El varón que importuna en este sentido, sin lugar a dudas, es una persona desagradable pero  lo que nosotras defendemos en nuestro manifiesto es que las mujeres tienen que desarrollar la fuerza necesaria para defenderse, porque si un hombre trata de violarte llamás a la policía pero si un hombre te importuna tenés que defenderte, le pegás un cachetazo.

–Algunos de los feminismos argentinos insistimos en que es posible una reeducación de algunos protocolos amorosos o sociales como  puede ser “importunar”. Un cambio social donde no sea siempre el varón el que molesta y la mujer la que se defiende.

–Creo que la interacción hombre-mujer ha comenzado a cambiar y que puede evolucionar pero no creo que se pueda cambiar profundamente al hombre y a la mujer.

–¿Hay algo esencial que no puede cambiar?

–Diría que hay algo esencial en la sexualidad. Porque todo deseo tiene un fondo de violencia que nosotros hemos aprendido a reprimir pero que habita en todos. 

–Pero esa violencia esencial según usted, se ejerce en forma desigual entre varones y mujeres…

–No comparto completamente esta opinión. Pienso  que algunas mujeres ejercen la violencia por medios diferentes, que no son los típicamente ejercidos por el hombre. Hay mujeres que ejercitan la violencia desde un lugar psicológico.  Y esa violencia genera mucho dolor, tanto como el físico.  Por ejemplo en la cultura francesa hay toda una historia de literatura libertina del siglo 18 donde la mujer juega un rol de manipuladora y ella conduce el juego de la relación amorosa. 

–Pero la violencia que puede ejercer una mujer pocas veces le cuesta la vida a un hombre. Solo puede ejercer la violencia psicológica. Los datos de mujeres asesinadas son muy contundentes aquí en Argentina por ejemplo. Desde el feminismo se plantea que un cambio en las relaciones interpersonales puede ayudar a que menos mujeres mueran. 

–Lo que puedo decir es lo que me motivó a escribir el manifiesto y que tiene que ver con que algunas mujeres del movimiento #MeToo son las típicas pobres niñas ricas que se encontraron con compañeros que les tocaron la cola. Si ellas se pusieran a reflexionar las situaciones en las que se encuentran muchas mujeres en el mundo, se darían cuenta que hay situaciones graves. Lo que yo les reprocho de alguna manera al movimiento #MeToo es el narcisismo. Leí un artículo escrito por mujeres feministas del Magreb que se quejan de sus colegas francesas por desdeñar las situaciones graves por las que tiene que luchar el feminismo en el Magreb. 

–¿Entonces esa denuncia del espectáculo en nada puede ayudar a otras mujeres en otros ámbitos?

–Puede suceder que la sociedad francesa termine siendo como la sociedad norteamericana donde los profesores universitarios atienden a sus alumnas con la puerta abierta. A largo plazo los movimientos como el #MeToo no van a servir a los fines del feminismo. Yo creo que no va a aportar ningún cambio a las situaciones de las mujeres que tienen verdaderos problemas sociales. En este artículo de Le Monde que te estaba comentando donde se demuestra que las mujeres francesas estaban más preparadas académicamente que los hombres, esto sucede no sólo en Francia, sino en muchos países de Europa, pero el sueldo de las mujeres sigue siendo bajo, este es el verdadero combate que hay que librar. 

–¿Usted cree que un acoso o  un abuso sexual se supera? 

–Depende de la personalidad de la mujer que lo sufre. De hecho fui atacada varias veces porque afirmé que si hubiera sido violada no me quedaría en eso, pero entiendo que las mujeres se sientan traumatizadas por un episodio así, todo depende de la relación que tenga con su propio cuerpo  y su sexualidad. Es un tema muy complicado de analizar el tema de las violaciones, yo he hablado con amigas mías que han sido víctima de una violación y en el diario Liberation leí el testimonio de un abogado que justamente se dedicaba a eso, defender a víctimas de violaciones y el problema que surge de todo esto es que los juicios son muy extensos y decepcionantes porque es difícil para los jueces llegar a entender qué fue lo que sucedió porque es la palabra del violador contra la palabra de ella. Lo que me comentan mis amigas es que el proceso judicial es muy nocivo porque durante años la mujer víctima queda encerrada en su trauma en vez de poder decir: viví un momento tremendo pero voy a tratar de superarlo, voy a  tratar de llevar una vida sexual satisfactoria, voy a conocer a un hombre, que me parece que es la postura más positiva. En vez de eso la mujer pasa diez o quince años siendo la víctima. 

La sexualidad de Catherine M, su libro de gran repercusión, expone en una potente primera persona la vida sexual de una mujer ¿Piensa ese hecho como un acto político o estético?

–Si querés considerar que el motivo principal de escribir este libro era  acercarme a la verdad del punto de vista de la experiencia sexual de una mujer, algo que hasta ahora era un testimonio que no existía en la literatura francesa, si a todo eso lo queremos pensar como algo político, adelante, pero al momento de ponerme a trabajar no es lo que yo pensé cuando empecé a escribir la primera página.  Una es bastante ingenua en ese sentido.

–Lo preguntaba en el sentido de lo personal es político.

–Eso sin lugar a dudas, yo soy la heredera de una ideología de esta naturaleza que promovió la libertad sexual pensada como oposición a la coerción social. Pienso que la liberación sexual de las mujeres hizo mucho por la evolución de las sociedades y sobre todo en relación a la evolución política de éstas. Cito un ejemplo que estuve investigando de principios de siglo XX. Se decía que los hombres de bajos recursos o los hombres negros eran amantes más vigorosos. Entonces las mujeres ricas o con otra posición social buscaban a estos varones. Me parece que estas mujeres hicieron mucho por empujar las fronteras de la sociedad. 

–De la revolución sexual de los 70 y de la liberación sexual de las mujeres de la usted formó parte ¿ve una continuidad? 

–Hemos dado pasos hacia atrás. Lo que yo veo en Francia es que los jóvenes le tienen miedo a la sexualidad. 

–¿A qué se lo atribuye?

–Siempre defendí la libertad de expresión y la libertad de representación y circulación de imágenes pornográficas pero yo veo que hoy en día que las jóvenes tienen acceso a imágenes porno muy violentas y eso puede generar miedo. 

–¿Cree que es posible el fin de la sociedad patriarcal?

–Ustedes no tienen el problema del Islam. En Francia la presencia del islamismo está imponiendo una ley patriarcal muy terrible, pero es un tema extremadamente ríspido para mí porque está vinculado con cuestiones de racismo y la llegada de migrantes. Lo veo difícil en Francia.

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