Quince páginas negras abren este libro. Un tiempo y un espacio para el luto, para recordar, para (intentar) comprender. Un vacío… como señala el sociólogo Horacio González, que “supondría (…) la posibilidad de señalar la ausencia de aquello que fue arrebatado por el horror”. La ausencia de esos hombres y mujeres –entre ellos, Fernando Ruben Brodsky, hermano del autor– cuyos retratos en cautiverio, tomados por los militares a modo de registro burocrático contra una pared de la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA), suceden a las páginas negras. Un documento histórico: fotografías de detenidos-desparecidos que el también detenido Víctor Melchor Basterra, a quien obligaban a sacar fotos de los militares para sus documentos, logró sacar a escondidas de la ESMA en dos ocasiones en 1983, “entre la panza y el pantalón (…), cerca de los huevos”, para evitar su destrucción.
De cómo llenar un vacío; de cómo explicar y representar el horror y transmitir a las generaciones futuras (y actuales) aquello que sucedió en Argentina entre 1976 y 1983, de eso trata este libro del fotógrafo, periodista y poeta Marcelo Brodsky, quien entonces debió exiliarse en España. Brodsky ya abordó desde el arte las consecuencuencias del terrorismo de Estado en sus libros Buena Memoria y Nexo; preside la agencia de imágenes Latin Stock e integra, como miembro de la asociación Buena Memoria, la Comisión pro-Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado, que supervisa la construcción del Parque de la Memoría, junto al Río de la Plata. En Memoria en construcción decidió convocar a artistas e intelectuales para participar del debate sobre la transformación de la ESMA en un espacio por la memoria y los derechos humanos, “aportando imágenes e ideas”.
El libro está dividido en tres “zonas”: una de ensayos, en la que distintos intelectuales analizan el marco histórico de la dictadura, la transformación de la ESMA, la reconstrucción de los lazos sociales y, como en el caso de Lila Pastoriza, la memoria como política pública; otra zona de obras –reúne a sesenta y cinco artistas y grupos de artistas–; y una tercera zona, abierta, que compila propuestas y opiniones de organismos de derechos humanos y escritores argentinos y extranjeros. Por último, se agrega un anexo documental. Una convocatoria abierta para que participe toda la sociedad.