Pese a su soporte fijo (que se intenta “flexibilizar” dejando páginas vacías, así como por medio de su título y la referencia a un blog para que cualquiera pueda opinar y hacer sugerencias), Memoria en construcción refleja un debate que evidencia que la memoria es algo vivo que se construye colectivamente. Presenta y promueve una discusión que no termina, dado que la memoria posee una fuerza performativa irrenunciable. Esto implica un proceso activo que se realiza en la práctica misma de los actores sociales y que se relaciona con lo que los griegos denominaronanamnesis –la memoria como búsqueda- en contraposición a la memoria como mneme (remembranza o recuerdo pasivo). Así, su elaboración constante y colectiva evita una perpetua repetición de lo mismo. Esto puede apreciarse en las diversas propuestas, así como en las obras de artistas argentinos sobre el tema de la/s memoria/s de la dictadura presentes en el libro. Aunque hay fotografías del Siluetazo (1984) y del Siluetazo II, del 2004 (con siluetas ubicadas afuera de las rejas de la ex ESMA), de algunas instalaciones y una expresión de arte-acción, además de dos páginas dedicadas a los escraches junto a otras intervenciones urbanas –al lado de pinturas, dibujos, grabados, arte postal-, creo que faltan (claro, está “en construcción”) más ejemplos y registros de obras de teatro, arte-acción y danza sobre la memoria, las que a mi modo de ver son muy eficaces para tratar esta temática pues comparten con ella su fuerza performativa.
Memoria en construcción comienza con fotografías, pero éstas no corresponden a los retratos tamaño carné que se han convertido en ícono de los detenidos desaparecidos en América Latina (la mayoría de las aproximadamente 5,000 personas que pasaron por el recinto de la ESMA reciben hoy dicha denominación). Son imágenes de los detenidos cuando estuvieron allí, las que fueron rescatadas gracias a que uno de ellos ocultó los negativos bajo su ropa. Están así presentes, también a través de sus retratos, varios de los cerca de 30.000 desaparecidos de la última dictadura en Argentina incluyendo a Fernando Brodsky, hermano del gestor y curador del libro, el fotógrafo Marcelo Brodsky.
Las fotografías son algo aparentemente estático. Sin embargo, su existencia implica una acción, pues son prueba fehaciente de que los sujetos estuvieron allí, en ese lugar y frente a una cámara, y de que alguien también apretó el obturador. Además, en este caso particular, estas imágenes son posibles de ver, compartir y divulgar debido a que sus negativos fueron retirados clandestinamente desde el principal campo de detención y tortura de la dictadura militar argentina. Así, vemos que las fotografías también pueden ser performativas, impulsando y propugnando, con su existencia misma, una memoria dinámica, necesaria, viva. Estas fotografías logran, a su manera, evitar que los “desaparecidos” desaparezcan, haciéndolos aún más presentes, denunciando su paso no sólo por la vida sino, aún más específicamente, por este campo de detención y tortura, el que atestigua los extremos siniestros a los que pudo llegar el terrorismo de estado durante las dictaduras del Cono Sur de América Latina.
Por eso, el formato del libro más bien parece un collage, un caleidoscopio conformado por disímiles posturas. En cuatro secciones, presenta documentos, citas y ensayos de muchos autores, así como fotografías de diferentes géneros artísticos. Las opiniones sobre qué hacer con (y en) este lugar son, por lo mismo, muy diversas. Van desde la de quienes han manifestado su voluntad de mantenerlo intacto y utilizarlo exclusivamente como testimonio del horror allí llevado a su más exagerada y aciaga dimensión a la de quienes, en cambio, se pronuncian por la realización de talleres y exposiciones de arte, cine y teatro que resignifiquen este espacio del horror en uno vital que propulse el ejercicio y la discusión de la memoria. Y aunque ya están funcionando en el lugar algunas de las distintas propuestas, como un Centro Cultural, un Centro Internacional de Educación en Derechos Humanos y el Archivo Nacional de la Memoria, este debate (y este libro) nos recuerda que la memoria es cultural y, como dice Stuart Hall, “la cultura no es arqueología, es producción” (2003, 494). Por lo mismo, la memoria no es unívoca (ni consensuada), rígida ni rotunda; es una posibilidad siempre en movimiento, nunca finalizada, conformada por múltiples retazos y fisuras que deben ser unidos y discutidos colectivamente para respetar su propia naturaleza y para impactar y actuar en la sociedad, para lo cual Memoria en construcción es, sin dudas, un innegable aporte.