No abundan en la Argentina los libros dedicados a la historia de la fotografía aquí, a diferencia de lo que ocurre en Brasil, Chile y otros países vecinos. La paradoja es que aquí cada día se forman nuevas colecciones y hasta se rescatan con entusiasmo las fotos familiares. Es posible que esta tendencia cultural -la valoración de la foto antigua- tenga relación con la tarea de los congresos de Historia de la Fotografía que se hacen desde 1992. Lo dicho, en el país no abundan los patrocinadores para publicar libros sobre el tema. Por eso es muy destacable la edición de tres libros del antropólogo Carlos Masotta, dedicados a las primeras postales fotográficas argentinas del siglo XX.
Muchos estudiosos de las tarjetas postales se han preguntado cómo una idea tan simple y revolucionaria en el campo de las comunicaciones, no fue implementada mucho antes. Lo cierto es que ya en 1865 Heinrich von Stephan, directivo del servicio postal alemán, propuso esta innovación. Era nada menos que un nuevo sistema de correspondencia escrita, consistente en una hoja postal abierta, como vehículo para breves mensajes con un franqueo reducido.
El 1ø de octubre de 1869 la oficina de Correos de Viena ponía en circulación la primera tarjeta postal de la historia. Gracias a su económica tarifa de franqueo, a fines de ese mismo año se habían expedido 2.926.102 tarjetas postales. En América, la tarjeta postal ganó rápidamente partidarios. El primer país en adoptarla fue Chile en enero de 1873, en mayo de ese año lo hizo Estados Unidos, Guatemala se sumó en 1875 y la Argentina en 1878.
Pero en realidad, las postales se hicieron enormemente populares en la Argentina cuando se incorporó la novedad de la imagen fotográfica. Las tarjetas postales fotográficas se inician en nuestro país en mayo de 1897 cuando la Dirección de Correos y Telégrafos encarga a la Compañía Sud-Americana de Billetes de Banco la impresión de "vistas nacionales". Esas imágenes fueron solicitadas y provistas por la prestigiosa Sociedad Fotográfica Argentina de Aficionados. El propósito era "hacer conocer en el exterior el grado de adelanto y civilización que denotan los principales monumentos y obras públicas".
La incorporación de la fotografía en las tarjetas postales se debió fundamentalmente a las nuevas técnicas de la impresión fotomecánica, como la fototipia y otros procedimientos. Esta nueva posibilidad de reproducción fotográfica a escala industrial, provocó cambios revolucionarios en el correo argentino. También entre editores, impresores y fotógrafos. Vale destacar que durante todo el siglo XIX sólo la elite social podía consumir las imágenes fotográficas, que eran costosas albúminas editadas en álbumes. Eran fotografías urbanas y rurales, con imágenes de las costumbres y tipos populares, la compleja realidad indígena o el mundo de los gauchos y peones.
De pronto, las nuevas tarjetas postales fotográficas barrieron con este privilegio de clase. Cientos de miles de pequeñas "post card" estuvieron al alcance de todos, aun de los más humildes. Cualquiera podía comprar por centavos estas tarjetas, escribir sobre ellas un corto mensaje, pegar la estampilla de correos y -sin sobre- enviar al otro lado del mundo una escena de las famosas "pampas argentinas" o de sus habitantes típicos. El auge de la postal fotográfica se ubica entre el año 1900 y la Primera Guerra Mundial. Los cambios políticos y sociales, generados en el país por el fenómeno inmigratorio, ayudaron a su divulgación.
Este negocio involucró a grandes editores de la época, como Jacobo Peuser, Adolfo Kapeluz, Guillermo Kraft, Saverio Fumagalli y Roberto Rosauer. Había verdaderos fotógrafos especialistas en postales, como Harry Grant Olds, Samuel Rimathé, Gastón Bourquín, Federico Kohlmann, Enrique C. Moody, Eugenio Avanzi, Samuel y Arthur Boote, además de viajeros como Clemente Onelli o antropólogos como Lehmann Nitsche.
Ahora, parte de esta verdadera saga fotográfica que abarca las primeras décadas del siglo pasado es rescatada por la inteligente iniciativa de La Marca Editora en tres libros, fuertemente temáticos. Se trata de "Indios", "Gauchos" y " Paisajes", tres obras del investigador Carlos Masotta que vienen a enriquecer entre nosotros la escasa edición de libros de historia de la fotografía.
El reconocido antropólogo Carlos Masotta -ganador del segundo premio de la Fundación Telefónica en 2004 por su obra "Representación e iconografía de dos tipos nacionales: el caso de las postales etnográficas en Argentina, 1900-1930"- nos sorprende con esta gran investigación de más de diez años. Masotta trabajó con archivos públicos y privados, donde comparó, analizó y rescató centenares de imágenes, algunas poco conocidas.
"Las postales de indios se inscriben en el universo de las postales etnográficas o exóticas, elaboran un estereotipo inmerso en una naturaleza indómita, alejada del contacto cultural y la modernidad. Así dispuesto, el indio viene a compartír el escenario de 'lo nacional' con el gaucho, como su opuesto", explica Masotta. En relación con el gaucho, Masotta destaca que "entre las últimas décadas del siglo XIX y primeras décadas del siglo XX se divulgó un gusto por lo gauchesco, que pudo reunir nuevamente a diferentes sectores socioeconómicos, pero ahora en clave de representación y consumo de la imagen de un mundo pasado".
Sobre su libro "Paisajes", Masotta cuenta que el territorio de la Argentina pasó "de la oscuridad a la luz, gracias a la fotografía". Estas tierras pasaron a ser "objeto de la mirada pública" como nunca antes. Las tarjetas postales con reproducciones fotográficas de paisajes "fueron un capítulo relevante de ese proceso de encantamiento". Y hoy "parecen producto de un plan de registro fotográfico a escala de todo el país. La utopía del proyecto coincidía con el clima de la época: el aniversario del Centenario de la Revolución de Mayo (1910), el auge inmigratorio, la expansión económica, con un territorio recientemente abierto a la inmigración, aún no mensurado con exactitud ni canonizado en sus formas de divulgación".