Miguel Rep y Verónica Abdala son los autores de Borges. Una vida ilustrada (Ed. La Marca), una gran biografía que combina texto e ilustraciones para relatar la vida de Jorge Luis Borges. El libro narra la vida de Borges con precisión y detalle, todo con un balance donde narración y dibujos se retroalimentan continuamente. El libro evoca, de alguna manera, la tradicional colección “For Dummies”, que en la Argentina salían por el sello Longseller, pero tiene un resultado que la supera largamente.
La presentación de Borges. Una vida ilustrada se hizo el viernes pasado en la Casa de la Lectura. Abdala y Rep estuvieron acompañados por Sylvia Iparraguirre y Guillermo Martínez. Moderó la charla Patricio Zunini. Rep dibujaba en vivo mientras los demás hablaban. En un momento, le preguntaron cómo era su Borges y él empezó a dibujarlo mientras explicaba qué, cómo, y por qué lo hacía:
Siempre lo empiezo por el pelo. Es un pelo que, cuanto más viejo, más desordenado. Tiene una patilla —que es rarísimo para un viejo—, una oreja grande, y acá se inserta la nuca; tiene una frente muy grande, aunque la ceja se la recorta bastante. Tiene arrugas, por supuesto. Yo miraba con mucha admiración al Borges de Menchi Sabat. Pero él siempre lo dibujó viejo, ya clásico. Menchi lo dibujaba Gardel en su edad clásica, a Piazzolla en su edad clásica. Meterme en este libro, en esta biografía, es hacerlo niño, joven, es ver las fotos de todas las épocas. Y así vas construyendo la jeta del tipo, ¿no? Bueno, hay varios Borges. Mi Borges, más o menos, se ríe.
La última cara tiene una ñatita y un párpado más caído que el otro. No es, como en otros casos, que yo dibujo un ojo por acá y otro por allá como si fuera estrábico, pero acá se lo tapa bastante y eso le da una mirada acuosa. Es esa mirada acuosa que se ve en el reportaje que le hace Soler, el español. También tiene una cosa altiva que, en realidad, es por ciego. Pero a la vez le da una cosa de bebé, ¿no? No sabe dónde orientarse. Piensen que a él lo vestían los demás. Borges no tenía nociones del color; siempre está vestido de gris. No hay fotos donde esté en camisa. Por ahí, cuando va a lo de Victoria Ocampo en Mar del Plata. Pero, si no, siempre está de traje. Siempre está de traje.
Bueno, tiene una boca que le sobresale. Lo resumo así: en su vejez, está en construcción. ¿Ven? En la cara tiene algo simiesco. Y el cuerpo, por supuesto, está apoyado en un bastón. Es un tipo destartalado. Nunca es lindo; siempre parece que estuviera mal con la naturaleza, y encima se fotografía con Bioy Casares. Pero va construyendo una fisonomía que lo va a hacer inolvidable. Ayuda mucho el look de Borges. Hecho por Borges y por los que estaban con él. Siempre destartalado, mal trazado. (Me acuerdo de una anécdota de Daniel Mordzinski, el fotógrafo, que se lo encuentra en el baño y le pide ayuda. Él decía que ahí pudo haber sacado La Foto, pero no la sacó).
En realidad, este libro me sirvió para educarme en Borges. Es una puerta de belleza por la que yo había entrado, por supuesto, con “Emma Zunz”, con Ficciones. Pero yo quería seguir, continuar. En mi caso, dibujar me ordena la vida. Yo me hago las preguntas cuando dibujo.
Y uno quiere hacer chistes, también. Borges mismo no era solemne. Tenía mucho humor y eso te facilita la hechura del libro. Yo hice la biografía de otros; hice la de Gramsci, por ejemplo, a quien admiro tanto, pero no tenía humor. Cuando dibujé La Divina Comedia no le encontré la veta del humor. Pero, cuando hay humor, eso te allana, te habilita. Borges tiene mucho humor. Sin humor, yo creo que se cae. Eso facilitó mucho la comprensión y la difusión de su obra. Y, si leemos el maravilloso Borges, de Bioy, nos vamos a dar cuenta que ese libro lo completa. Era un lector, era un escritor, era un humorista.» ///50Libros