“Incidentes”, el trabajo póstumo del gran teórico y escritor francés Roland Barthes, llega a la Argentina para seguir disfrutando por siempre de la pluma de uno de los mayores intelectuales del siglo XX.
Tomado directamente de la edición francesa, publicada por Editions du Seuil en 1987, el material recoge dos escritos que permanecían inéditos hasta ese entonces y estaban preparados para su publicación previo a la muerte del autor, además de sumar otros dos ya publicados con anterioridad.
Adoptando como título el texto que reúne aquellas cosas vistas y oídas por el europeo durante su estadía en Marruecos, entre los años 1968 y 1969, los apuntes desfilan sin poseer un definido hilo conductor ni soportes personales.
Ya terminado y aguardando la inclusión muy probablemente en Tel Quel, una publicación literaria francesa en la que se debatían temas de la teoría y la crítica literaria, el objeto de Incidentes está lejos de centrarse en el país africano con abrumadora mayoría de musulmanes. Y François Wahl (1925 - 2014), el parisino que fuera editor de los escritos de Jacques Lacan y Barthes, así lo confirma desde la presentación: “Aquí no se encontrará nada (y es un malentendido que hay que descartar enseguida) de una interpretación: de lo que pudo ser la reflexión de Roland Barthes sobre Marruecos, su pueblo, su cultura o sus problemas sociales, sino la puesta en escritura de sus encuentros -de incidentes- que hubiese podido componer el tejido de una novela”.
El conjunto de notaciones muy breves, que recogen las diferentes vivencias que tuvieron lugar principalmente en las ciudades de Tánger y Rabat, y luego mutaron un tanto más al sur, se muestran relacionadas a la sensibilidad y los sentimientos.
“A las nueve de la mañana, un joven y rudo atraviesa el Petit Socco, con una oveja viva en los hombros, las patas unidas por delante (gesto pastoral y bíblico). Pasa una niñita, acariciando una gallina en sus brazos”, describe desde una de ellas el semiólogo fallecido en la primavera de 1980, tras ser atropellado por una camioneta y a pocos días de lanzar “La Chambre claire”, una obra dedicada a la fotografía.
Traído al castellano por el experimentado traductor Víctor Goldstein, el libro editado por La Marca Editora también suma tres textos creados entre 1977 y 1979 y titulados: La luz del Sudoeste, Esta el Palace esta noche… (ambos publicados en vida del escritor) y Veladas en París, el otro que permaneció inédito por casi una década. En él, se describen las aventuras antes de acostarse, aquellas acciones en la vida cotidiana del creador de obras como “Roland Barthes por Roland Barthes” (1975) y su aclamado “Fragmentos de un discurso amoroso” (1977), que siempre tenían lugar fuera de su casa y constituían una verdadera originalidad.
“Me fui primero, a eso de las once y media, tenía muchas ganas de mear y, como tenía miedo de no encontrar un taxi y de tener que tomar el metro, entré en un bistró del Bulevar, frente a la puerta Saint-Denis; en un rincón, amontonados junto a la puerta del baño que apenas pude abrir, tres seres indefinibles (medio peluqueros, medio afeminados) hablan de una prostituta marsellesa (por lo que comprendí); un bello asiático tatuado (veía el azul verdoso del tatuaje que superaba la manga corta de su camiseta) enseñaba a un compadre a jugar a los flippers. El mozo del bar y la encargada, vulgares, fatigados, amables: me dije ¡qué oficio! El taxi apestaba a mugre y olor a farmacia, y sin embargo estaba formalmente prohibido fumar (lo aclaraba una gráfica de señalización de cigarrillo prohibido)”, narra con magistralidad desde uno de estos pasajes que deben leerse a la luz de la afirmación que el teórico escribió en “Deliberación” (1979): “La justificación de un diario íntimo (como obra) no puede ser más que literaria, en el sentido absoluto, incluso nostálgico, de la palabra”.
Un trabajo que ahonda en la “escritura del deseo”, y aproxima al lector hacia una hipótesis verosímil de todos los misterios que envolvieron a este influyente hombre y su obra.