La Marca Editora

Singularidad exquisita.

Entrevista a Guido Indij

por Brenda Caletti

Interesado en las condiciones y formatos de los libros, Guido Indij (editor de larga trayectoria, gestor cultural, coordinador de numerosas colecciones y director de editoriales), encuentra en los detalles, en los diseños, en las temáticas, en las voces autorizadas, en el empleo de las palabras, en las rarezas, en los intereses personales y en las búsquedas literarias las vías para convertir un volumen en una suerte de obra de arte. Un objeto con valor simbólico que, al mismo tiempo, establece una conexión casi instantánea con el lector gracias a la tapa, al tamaño, a la calidad de las hojas, a ese pasar de las páginas y, claro, al propio texto. Un diálogo íntimo y singular que favorece a la circulación de nuevas ideas, a vínculos antes no pensados y al acceso de una serie de escritores reconocidos o más ignotos.

El arte se encuentra en un momento donde los lenguajes se entrecruzan hasta fundirse en híbridos, se resignifican ciertos roles, interviene en mayor medida el público o se recuperan testimonios, memorias o reuniones entre grandes figuras. La colección Biblioteca de la Mirada de La marca editora ofrece un abanico amplio y diverso para profundizar sobre algunas de estas cuestiones, conectarse con temáticas poco abordadas pero, también, reencontrarse con términos ya establecidos para repensar y reelaborar los fenómenos contemporáneos.

Desde la fundación de La marca editora hasta la actualidad, ¿mantuvo su lógica o fue modificándose a lo largo de los años?

Ambas. Las primeras colecciones se llamaban Cuadernillos de Género, Biblioteca de la Mirada y Colección Estrellas. Ésta murió prontamente, a los dos años, porque publicamos dos libros, vimos que no era por ahí y fue casi la única que dejó de salir. Después fuimos armando otras porque algunos intereses van cambiando y otros permanecen, aunque se trata de una editorial muy personal. Me sigue interesando la imagen, la fotografía, el cine pero, por ejemplo, me empezó a atraer el teatro. Entonces agrego ramificaciones, mientras que si me llama la atención algún título literario –que no está tan relacionada con esto– abrimos otra editorial para incluirlos.

En una entrevista radial hablabas de la autosustentabilidad de los libros, donde se articulan rarezas con obras más rentables. ¿Cómo concilias estas cuestiones?

Usamos el término perecuación que viene de las ciencias económicas, la posibilidad de buscar un equilibrio no en cada uno de los libros, sino en la colección en sí. Entonces, algunos aportan algún capital simbólico o cubren un área de interés que quizás no tiene un mercado tan grande pero el editor considera que son necesarios para armar su discurso, es decir, el catálogo. Esta lógica de trabajo no sólo ayuda a pagar el papel u otros gastos como sueldos, comida o impuestos, sino también contribuye a que se puedan realizar otros libros más difíciles porque si cada obra debe bancarse a sí misma es imposible construir una colección de calidad que se sostenga en el tiempo.

Si bien en la colección Biblioteca de la Mirada los títulos responden a la imagen como la fotografía, el cine o la arquitectura, también hay otros que no aluden de forma tan directa como el sonido, la leyenda o la memoria. ¿Cómo se conectan?

A través de la amplitud del nombre. La había imaginado relacionada con la fotografía pero como no hay tantos libros sobre teoría fotográfica y algunos que me interesaban los tenían otros editores, el catálogo se fue ampliando, por ejemplo, hacia el cine. Al principio, incluso, había uno sobre estética que no sabía dónde ubicarlo y permanece acá. Dentro de las últimas incorporaciones se encuentra Sonido y sentido. Otra historia de la música de José Miguel Wisnik porque lo entiendo como la imagen acústica/sonora semiológicamente hablando.

Quizás, El diseño indígena argentino. Una aproximación estética a la iconografía precolombina de Alenadro Eduardo Fiadone y Arte, estructura y arqueología de Alberto Rex González no estén tan ligados, aunque conciben la imagen de nuestros antepasados precolombinos y eso tiene que ver con pensar la imaginería.

La sociedad del espectáculo de Guy Debord podría estar en la Biblioteca de los Confines puesto que es más de ensayística filosófica; sin embargo, el espectáculo hoy es pura imagen y la sociedad se vive en tanto espectacularización.

Ahora pienso en Con el sudor de tu frente de Osvaldo Baigorria, un texto sobre el ocio que en su momento estaba en Biblioteca de la Mirada y después lo trasladamos a otra de ensayos.

Las colecciones son como estas cañas, uno puede ir cortándolas, arreglándole alguna cosita para que crezcan pero no las querés rectas, sino que salga un poquito para allá. En todo caso, el discurso con el que se construye la colección puede ser más o menos estrictro o perfecto, como quien la dirige.

Conviven textos y autores consagrados como Walter Benjamin, Orson Welles o Marshall McLuhan con otros contemporáneos ¿Cómo los elegís?

De la misma forma que uno lee en la universidad, por ejemplo. Quería sacar La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica de Walter Benjamin con una edición especial pero recién fue posible cuando conseguí a Andrés Weikert, quien hizo una traducción que consideré superadora a las anteriores. Si vas a una librería encontrás cinco o seis versiones diferentes de ese libro porque es Walter Benjamin, está libre de derechos y le interesa a muchos editores ya que te asegura un mínimo de ventas.

Me llamó la atención Curacionismo. Cómo la curaduría se apoderó del mundo del arte (y de todo lo demás) de David Balzer por la importancia de su rol en la actualidad y porque no hay mucho material al respecto.

Creo que lo vi en uno de los catálogos que me mandó un agente literario y me pareció interesante. Lo leí en inglés y me gustó porque, de alguna manera, reflejaba un pensamiento que uno ya había elaborado. El autor es más ignoto pero uno va tejiendo redes cuando participa en ferias, conoce catálogos y encuentra cositas.

Evidentemente, tienen un rol más protagónico y muchas veces son las estrellas de los centros culturales porque no importa de quién sea la muestra, sino quién la cura. Antes los chicos querían ser artistas, ahora buscan ser curadores.

¿Qué es el arte? y Sobre el tiempo son recopilaciones tuyas que abordan temáticas sobre las que se escribió muchísimo. ¿Cómo realizaste esas selecciones?

No fueron temas sobre los que decidí ponerme a trabajar, sino en los que me di cuenta de que estaba trabajando. Tenía mucho material acerca del tiempo en mi biblioteca y después conocí a Miguel, relojero del local La Chacarita de los relojes que estaba en el pasaje Rivarola y lo ayudé a acomodar su biblioteca. Él me sugirió que hiciéramos algo juntos pero empecé solo y me percaté de todo lo que necesitaba leer. Finalmente quedó una antología sobre un tema muy universal.

Algo parecido sucedió con ¿Qué es el arte? Cuando leía que un autor citaba a otro para definir el arte lo subrayaba o lo volcaba en una moleskine –tengo una serie con distintos temas– y en un momento se me ocurrió hacer una compilación por orden alfabético. Dicha decisión me hizo dar cuenta de la cantidad de autores que me faltaban y orienté la lectura a esa búsqueda. Hoy es un libro bonito, con tapas plateadas que, si bien no resulta imprescindible, es lindo para tener, regalar o ir a curosear porque todos los autores son artistas o estetas de primer nivel.

En ¿Qué es el arte? apareces como (comp) y en Sobre el tiempo figurás como (ed). ¿Existe alguna diferencia entre editor y compilador?

Me parece que no la hay, podría haber puesto lo mismo en ambos. Para la compilación junté frases y la edición me llevó un poco más de trabajo intelectual, si bien no intervengo en los textos con la excepción de los prólogos, a diferencia de otros autores que publicamos que no sólo compilan, sino que participan del intercambio textual como la voz de Marta Zátonyi en Aportes a la estética desde el arte y la ciencia del siglo XX u Horacio Zabala con Vademecum para artistas.

Fuiste uno de los responsables de la creación del día de la Bibliodiversidad. Dirigís varias colecciones y editoriales, ¿cómo participás con cada una de ellas?

Veníamos de una concentración importante de editoriales en el mundo y en nuestra lengua como la compra de Random House por la multinacional alemana Bertelsmann, o la argentina Paidós por Planeta, donde los inversionistas no estaban necesariamente involucrados con el negocio editorial o cultural, sino con lógica financiera. Si bien ya existían varias editoriales independientes en Argentina como Ediciones Corregidor, Ediciones Colihue, Editorial Atuel, Ediciones de la flor, entre otras, quizás no necesitaban autoproclamarse o definirse como tales.

Nosotros nos fuimos reuniendo porque entendíamos que para sobrevivir debíamos darnos mayor visibilidad y buscamos formas de asociatividad como ferias o grupos. Como parte de esa movida, instauramos el 21 de septiembre como el día internacional de la Bibliodiversidad en Alianza Internacional de Editores Independientes (una de la editoriales con las que coloboro) tomando del término biodiversidad la existencia de multiplicidad de especies y varias de ellas en peligro de extinsión y aplicándolo a la industria del libro, es decir, la pluralidad de voces y oportunidades para todos los autores.

El primer festejo fue en Buenos Aires en el 2010 y pronto lo adoptaron distintos lugares del mundo. Las acciones se relacionan con la llegada de la primavera, la reconquista del espacio público y una de las fórmulas que elegimos es la suelta de libros a través de algo lúdico como el azar. Si bien los editores independientes somos los que damos la patada inicial pretendemos que sea una movida popular.

Vivimos cada vez en departamentos más chicos, con bibliotecas reducidas, aunque los libros son seres queridos y por eso les inventamos un mueble. Como seguramente no vamos a releer todo y la esencia de los libros es ser leídos proponemos soltarlos. Algunos los venden por Mercado Libre y otros decidimos donarlos o dejarlos en espacios públicos para que circulen las ideas, el acceso a ellos y se fomente la comunidad entre lectores.

 

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