La Marca Editora

Reeditan "De la fotografía", la completísima obra de Gabriel Bauret

Por Damián Cotarelo

Una nueva reimpresión de “De la fotografía”, el libro escrito por el francés Gabriel Bauret, vuelve para continuar presentando la vasta diversidad que existe dentro del mundo de este bellísimo arte, tanto en sus diversas prácticas como en sus lecturas.

En un material al cual el tiempo y sus lectores lo han convertido en imprescindible, el prestigioso docente y curador internacional revisa con un lenguaje muy llano la historia y las claves de esta práctica considerada por muchos como el octavo arte.

Desde la introducción, escrita allá por 1992, el autor promete repasar los múltiples enfoques que presenta esta actividad, ya que según afirma “el retrato puede abordarse desde diferentes puntos de vista: estético, sociológico, histórico, incluso psicoanalítico”, una enumeración que luego es abordada en detalle.

Dividido en siete grandes tramos, la riqueza de la obra radica en su amplitud y su sinteticidad. Así, con párrafos que raramente superen la carilla, todo se remonta al año 1826 cuando el ingeniero francés Nicéphore Niépce, desde la ventana de su granero ubicado en la comuna de Saint Loup de Varennes, realizó lo que se llamó la primera fotografía de la historia. O al menos la más antigua que se conserva (titulada Point de vue du Gras, la instantánea se halla en la colección Gernsheim, de la Universidad de Texas, Estados Unidos), y para la cual -según se cuenta- fue necesario una placa de vidrio y estaño recubierta con una mezcla líquida de betún de Judea, una sustancia que se obtiene del petróleo crudo y se endurece al exponerse a la luz.

Continuando con el recorrido también se examinan los factores técnicos y su constante evolución a lo largo del tiempo (luz, soporte y formato); la llegada de la instantánea, en 1880, y de la posterior imagen color o la amplia revolución que generó el norteamericano George Eastman, cuando en 1888 inventó la primera máquina Kodak con rollo de película y posibilitó el ingreso de muchísimos aficionados. Dado el año de su edición, el trabajo no va más allá del primer prototipo de cámara electrónica presentado por Sony (apenas comenzada la década del ´80), la aparición de las máquinas descartables y la comercialización del innovador soporte DVD.

Publicado por La Marca Editora, en este volumen de dimensiones muy amigables (mide 19,5 x 13,5 cm y apenas supera los 200 grs) y que se presenta en forma solo textual, Bauret también dedica diferentes capítulos a analizar y explicar los elementos de la fotografía documental; así como los diferentes estilos y sus máximos exponentes; la aplicación de este arte a rubros como la moda, la publicidad o el periodismo, y las principales características del retrato  y del acto artístico (comparándolos con la pintura o la literatura).

Desde uno de los capítulos, el europeo que supo exponer sus trabajos en numerosos países como Francia, Italia, España, Portugal, EE.UU. y Japón opina que la fotografía “muestra cosas que sólo ella puede mostrar y se presenta como un arte diferente”. “Tiene la característica exclusiva de detener el tiempo, sugiriendo a veces el antes y el después de ese `momento decisivo´, esa manera de fiar un movimiento, un gesto, una mirada que puede ser equivalente a una determinada luz en un paisaje, el descubrir un equilibrio en la realidad, una armonía apenas perceptible, algo que pende de un hilo”, añade.

Cierra el trabajo de 160 páginas una resumida y compiladora tabla cronológica, donde se ubican los fundamentales hechos que fueron ocurriendo a través del tiempo, poniendo la lupa no solo en el campo de la técnica sino también en las exposiciones, obras y libros más irruptivos que se hayan conocido.

A casi 25 años de su primera aparición en Francia, “De la fotografía” continúa siendo hoy una excelente oportunidad para que todos los lectores puedan adentrarse, perfeccionarse e indagar en este fantástico mundo que cada vez suma más adeptos.

Aquí, en exclusiva, Autosemanario les ofrece un extracto del libro donde el autor expone acerca de la práctica realizada por aficionados.

 

La fotografía y el tiempo

El álbum de fotos de familia, que reúne cronológicamente las imágenes de una vida, produce una emoción particular, ya que la fotografía permite revivir mentalmente el pasado, realizar idas y vueltas al presente y tomar conciencia, dolorosamente, de la distancia que separa las diferentes épocas. La auténtica fotografía de aficionado está más cerca del reportaje y del acto documental en general, en la medida que no tiene pretensiones estéticas, al menos no como un punto de partida, y en el que la emoción que genera no tiene que ver con la forma, sino con el recuerdo de un contexto, con el reconocimiento de lo fotografiado. Si a esta imagen la sacamos de su contexto, por ejemplo si se la mostramos a gente que no pertenece a la familia, se corre el riesgo de no emocionar a nadie. Pongamos como excepción la mágica obra de un famosísimo aficionado llamado Jacques-Herri Lartigue. En cambio, en el caso del reportaje, el acontecimiento, la historia, constituye el motivo mismo de lo que normalmente se entiende por documento y por eso se supone que le interesa a gran cantidad de gente. Surge así una pregunta inevitable sobre el valor de una fotografía, sobre la materia que ofrece para su “lectura”, fundamentalmente en el caso del retrato. ¿Qué ocurre cuando la persona fotografiada no es una importante figura histórica,  no tiene ningún rol social importante,  sino que es totalmente anónima? Esa pregunta se vuelve mucho más difícil de responder cuando no se percibe ninguna intención estética especial por parte del fotógrafo. En este caso, pues, el interés residirá en el carácter emblemático de la producción, en la medida en que caracteriza una inquietud, en un momento determinado, en un lugar y en un contexto social particulares.