Existen hacia el corazón sur de la ciudad asentamientos humanos al borde de una crisis de nervios urbanística.
Separados y más allá del Riachuelo, esa gran cloaca máxima o Mar Negro contaminado por excrementos industriales, secreciones y sobre todo por lágrimas de animales y humanos, óxidos de barcos y tranvías florecidos en plásticos. Yace así el Riachuelo, como espejo negro sólo agitado en las sudestadas y las tormentas, esperando que un Jasón porteño combata a las arpías de su vientre y lo purifique para navegarlo. Más allá está esa otra mancha de barrios loteados al infinito. Algunos de cuyos habitantes, en carros y chatas viejas a caballos vapor, y en sulquis de tracción a caballos sangre, devienen en tripulación de sus propios 'argos' invadiendo al atardecer las calles perimetrales al Kilómetro Cero de la Congreso Square, la plaza virtual del autor.
Por allí buscan cajas, embalajes que antes contenían artefactos, vinos, telas, o frutos. Como vemos, el objetivo de estos 'cartonautas' no es el vellocino de oro del mítico carnero, sino apenas el desecho celulósico con que se envolvieron tantas otras cosas y que una vez arrojado a la calle por comerciantes y consumidores, anuncia la muerte y el desgaste futuro de esas mismas cosas que serán consumidas en sociedad. El material que las contenía, el cartón corrugado, será ahora reciclado, como la crisálida será mariposa, y tendrá un breve vuelo.
Posiblemente en esta sala el pintor, otro navegante marginal de paisajes interiores (como quería Pessoa) y no de internet (como quieren los dueños de los satélites), detenga esa muerte anunciada por un poco más de tiempo al darle un nuevo uso de soporte (legitimado y firmado). Hasta que el Big Bang del Universo y de los físicos, y el tiempo, y el olvido decidan su muerte definitiva.
Miguel Alfredo D’Arienzo nace en Buenos Aires, Argentina, en 1950. En la Universidad de esta ciudad realiza la carrera de Arquitectura, y la de Maestro de Dibujo en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano. Mas tarde (1978) se dedica definitivamente a su vocación artística, participando en el taller de Alfredo Martínez Howard, quien junto a Carlos Alonso, redefinieron en la década del 60´ el Dibujo Rioplatense como conjunción de las enseñanzas de sus maestros Lino Enea Spilimbergo y Lajos Szalay. La Pintura de D’Arienzo es narrativa y está comprometida con nuestra realidad contemporánea. Es una pintura en donde confluye lo poético, lo grotesco, la ironía y denota la riqueza de nuestros comienzos, los cambios estilísticos en la década de los ’60 y ’70. Ésta es, probablemente, la razón de su éxito con la crítica y con el público nacional y extranjero. La obra propone una mirada amplia que abarca desde la mitología griega hasta la geografía rioplatense, valiéndose de la vivencia cultural como eje simbólico que articula ambas experiencias.