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Libro para colorear
Todas las religiones conciben al Universo como una estructura similar, donde representan idénticos valores: los ciclos continuos y reiterados, la estructura cósmica dividida en cuadrantes, la infinitud del tiempo, la existencia de un centro ceremonial, la conformación de un esquema sólido pero con variantes en su interior que representan las fluctuaciones de la vida. Por eso se llama mandala a cualquier círculo relacionado con la religión y la cosmogonía. Los pueblos originarios de la Argentina también dibujaron, en sus objetos sagrados, formas que hacían referencia a su cosmogonía y a su concepción del Universo. Los mandalas aquí presentados surgen de piezas arqueológicas y dibujos del acervo indígena. Estos diseños nos muestran que la religiosidad de los pueblos originarios está entroncada en creencias que son patrimonio de la humanidad: un centro y símbolos a su alrededor; una estructura rígida y variaciones internas que no son otra cosa que los avatares de la vida.
Alejandro Eduardo Fiadone (1957 - 2022). Después de trabajar varios años como diseñador, observó que en decoración y gráfica se utilizaban ornamentos de diversos orígenes, con ausencia casi total de motivos inspirados en formas locales. En 1988 ideó un proyecto de recopilación y adaptación a técnicas de servicio de iconografía indígena argentina, preocupándose por trabajar directamente sobre piezas arqueológicas o etnográficas. En los comienzos contó con la asesoría del Lic. Guillermo Emilio Magrassi, quien lo guió en el campo de la investigación y lo relacionó con el mundo de la antropología. En 1990 fue becado por el Fondo Nacional de las Artes. A partir de entonces expuso los avances de su trabajo en diversas salas nacionales, provinciales y municipales. Participó como dibujante en campañas arqueológicas de la Universidad de Buenos Aires, que complementaron su visión de las culturas prehispánicas argentinas. Desde 1993 coordinó esfuerzos para la recopilación de diseños con Susana Larrambebere. En 1996 el trabajo de ambos fue avalado por la Academia Nacional de Bellas Artes.
Procuró crear una heurística para abordar el estudio de la simbología entendida como pieza gráfica, asumiendo que su intencionalidad es comunicacional, similar a la de un logotipo o una señal de ruta. Tomó como punto de partida la teoría desplegada por Ricardo Rojas (Silabario de la decoración americana, 1930) y el ensayo del Dr. Alberto Rex González (Arte, estructura y arqueología, 1974; la marca editora, 2007) procurando continuar la sistematización de datos planteada por ambos autores, en busca de las ideas y creencias subyacentes en los lenguajes simbólicos plasmados en los objetos.